...Las deposité en una botella y las hice a la mar...

domingo, 20 de diciembre de 2009

El género en el cine de la Revolución Mexicana
















ELI BARTRA

Resulta muy difícil no caer en clichés, lugares comunes y estereotipos cuando las películas a las
que me voy a referir están plagadas de ellos. Comentaré seis películas cuyo personaje principal es una
mujer y que se desarrollan durante la Revolución Mexicana de 1910-1917. Cuatro de ellas fueron
realizadas en la década de 1940, una en los años 50 y otra en los 60. Sólo pretendo hacer una re-visión de
ellas (en el sentido de echarles una nueva mirada) y mencionare únicamente ciertos aspectos que
muestran lo femenino y unos cuantos rasgos que considero importantes de como son vistas las mujeres y
las relaciones entre los géneros. Esta mirada no será ni semiótica ni psicoanalítica que es como se ha visto
a menudo el papel de los géneros en el cine y es quizá la que domina hoy en este tipo de análisis, sino
simplemente desde y dentro de una socio-estética feminista.
Por lo que se refiere al valor artístico de estas películas todas ellas, a excepción de La negra
Angustias, entran de lleno en lo que se ha llamado churro mexicano. La mayoría son películas malas, unas
más que otras, con uno que otro acierto particularmente fotográfico. Por ello, no me voy a enfocar en el
análisis de los valores artísticos ya que están fundamentalmente ausentes.
En Las abandonadas, Margarita (Dolores del Río) se casa con Julio (Víctor Junco) quien es de
una clase superior a la de ella1 Se cantan las alabanzas de lo maravilloso de ser la Señora de Torreblanca.
Ella es una feliz ama de casa y el es un engañabobos que tiene varias esposas.
El caso es que Margarita al darse cuenta de las mentiras huye, se va lejos y tiene un hijo,
«bendito sea Dios que es hombrecito, porque la verdad las mujeres sufrimos mucho», afirma ella. Toda la
historia es el sufrir de una madre que llega hasta las últimas consecuencias para hacer de su hijo «un gran
hombre». Se prostituye, pide limosna, roba y se vuelve la amante de un falso general de la Revolución,
Julio (Pedro Armendáriz), tan estafador como el tipo con el que se había casado, integrante nada menos
que de la famosa banda del automóvil gris. Este hombre se adueña de ella como objeto personal y la
coloca en una jaula de oro; ella se vende, pero al mismo tiempo tiene que pagar un precio muy alto
porque no puede ver a su hijo... y él es lo más importante para ella. Cuando la justicia descubre al tipo,
Margarita va a dar a la cárcel por encubridora. Ésta es una más de esas películas mexicanas donde se
sublima el papel de la mujer madre hasta limites inconcebibles; el hijo lo es todo. Hay una escena en
donde las mujeres, casi todas prostitutas incluida la madre, salen de cuadro cuando le van a tomar una
foto al hijo de niño, ellas no son dignas de salir a su lado. Y la escena final es sumamente ilustrativa de
esto, en ella se ve al hijo, ya hecho un hombre, bien arriba, está hablando desde una tribuna como desde
un pedestal, y la madre, que según él es igual a Dios, aparece como una miserable pordiosera, sucia, triste
y deshecha allá abajo, bien abajo, entre el público, y lo escucha hablar desde el anonimato. Ni siquiera
como madre de carne y hueso es reconocida ya que él ignora que ella es su madre. La sublimación se da
en abstracto solamente, es la idea de la madre lo que es preciso exaltar, no a la mujer-madre real.
Es interesante, por otro lado, ver aparecer la solidaridad entre dos mujeres. A diferencia de la
constante rivalidad entre ellas plasmada frecuentemente en el cine, Margarita y su amiga Gualupita tienen
una amistad a prueba de todo.
La Revolución aquí no pasa de ser un brumoso telón de fondo, y lo central es la construcción de
un monumento a la santa madre, al sacrificio de una madre. Las mujeres son tontas y perdidas, pero
buenas en el fondo. Lo más importante son «los grandes hombres»: ellos hacen la Historia y las mujeres
sólo pasan como sombras sufridas y abnegadas.
La lucha armada está mucho más presente en Enamorada.2 Aunque los bandos se confunden en
una sola Revolución, ese es el contexto histórico en el que se desarrolla el melodrama del amor entre dos
personas extremadamente temperamentales y violentas. El personaje de ella está inspirado en el de La
fierecilla domada de Shakespeare pero, en realidad, se trata de dos fierecillas domadas que representan, al
final, cada una el papel que le corresponde socialmente. José Juan (Pedro Armendáriz) se enamora de
Beatriz (María Félix) y ella le corresponde sólo cuando él se amansa, se muestra vulnerable y sensible,
cuando tiene que doblar las manos, pedir perdón y controlarse, después de haberle regresado los golpes
que ella le propinó.
En ésta, como en la mayoría de las películas sobre la Revolución Mexicana, las mujeres son un
botín de guerra que es ofrecido y tornado con gran facilidad. Esto fue también cierto en el transcurso de la
lucha armada, como lo es con suma frecuencia en muchas guerras del mundo.
Beatriz es hija de un hacendado y desprecia a los pelados, a los revolucionarios (dice que no
tienen corazón) y a las soldaderas. José Juan, en cambio, defiende a las soldaderas porque son humildes y
abnegadas.
Para José Juan conquistar a Beatriz es un reto, es como ganar una batalla en la Revolución. Le
gusta precisamente por ser una mujer brava, de carácter fuerte, que le planta cara a los hombres y les da
de bofetadas, pero... es preciso domarla (como a las yeguas salvajes). [Foto 1] Ella es, obviamente,
domada y por amor lo deja todo, en primer lugar se desclasa, deja a su familia, a su prometido extranjero
y, en segundo lugar, se deshace de su bravura, ya que se somete y se va tras él, a pie, mientras José Juan
se aleja en su cabalgadura y la mira desde arriba.
Estas escenas en que el hombre mira desde arriba a la mujer que está abajo son recurrentes. Hay
otra escena similar en La Cucaracha que mencionaré más adelante.
A primera vista y de acuerdo con lo que expresa el cura, Beatriz representa lo que no cambia, la
tierra, la tradición y José Juan el cambio, lo revolucionario. Sin embargo, ella es en realidad la que más
cambia, ella NO es la tradición sino que lo deja todo para volverse otra, una persona que antes
despreciaba: una soldadera.
Flor Silvestre es la mujer tradicional por excelencia.3 No hay la más mínima reflexión sobre los
papeles que desempeñan el hombre y la mujer, y mucho menos una crítica. Se subraya el hecho de que
ella al casarse «era como su sombra, siempre detrás de él, besando su pisada», como afirma la
protagonista al hablar de si misma, y su felicidad era servirlo, adivinarle el pensamiento. Su nombre es
Esperanza, nada más lejos de la realidad para ella, cuya esperanza se reduce a ser madre de una nueva
vida para el México grande de la posrevolución.
En La Negra Angustias, la Coronela Angustias hubiera podido acabar igual de sumisa que Flor
Silvestre 0 Beatriz si la película hubiera sido realizada por un hombre; el personaje central estuvo a punto
de hacer lo mismo, someterse a la voluntad del amado.4
La negra Angustias es la historia de una mulata criada por una curandera, una bruja; sin embargo,
al cumplir más o menos 15 años es educada por su padre, Antón Farrera, un bandolero que robaba para
dárselo a los «pobres», una mezcla de Robin Hood y de Chucho el Roto. Ella le hace la comida y lo cuida;
cuando le van a pedir la mano y ella rechaza al pretendiente, el padre respeta su decisión. Al estallar la
Revolución el padre comenta «lástima que yo sea tan viejo y que tu seas mujer». Pero, la figura paterna es
determinante para la decisión de Angustias de participar en la Revolución con un papel dirigente. Es
importante señalar que, tanto en la vida como en el cine, sucede con mucha frecuencia que las mujeres
que han hecho cosas llamadas significativas socialmente y que se suman a lo que se considera importante
en la Historia (en el arte, en la política, en la ciencia...) tienen un padre que también hizo cosas creativas y
excepcionales para la sociedad. Ellos han representado, de alguna manera, un modelo a seguir (a pesar de
la diferencia de género) y a menudo han impulsado a sus hijas.
El contexto de la guerra, de la lucha armada, está bastante claro y bien articulado con la anécdota
de la película, no es simplemente un telón de fondo como en otras.
Las mujeres del pueblo no quieren a Angustias, dicen que parece gallina con espolones y que
seguro no es hembra porque rechaza a todos los hombres. La apedrean y la quieren dañar por
«marimacho». En la novela incluso dicen explícitamente que es lesbiana. Ella representa una amenaza
para la «verdadera identidad femenina» de las mujeres del pueblo. La única que la ayuda es la curandera,
quien le hace una limpia, pero no sirve de mucho porque la siguiente vez que un tipo la quiere violar ella
lo mata a cuchilladas y se ve obligada a huir del pueblo. Es interesante el hecho de que estos dos
personajes femeninos, unidos en una relación de madre-hija no biológica, representan lo marginal dentro
de su marginado género: una es bruja y la otra negra. Es precisamente la negritud de Angustias lo que la
convierte, aún más fácilmente que una mujer de otra raza, en un objeto sexual listo para ser tomado por
los machos.
De repente Angustias decide convertirse en jefe [sic ] de la Revolución; de la noche a la mañana
es «la Coronela Angustias Farrera hija de Antón» que dice que «hay que quitarles a los ricos lo que nos
han robado». A diferencia de otras mujeres bravías del cine de esta época de la lucha armada, Angustias
siempre lleva falda. [Foto 2] Fuma y bebe y hasta se emborracha, pero siempre usa falda y no dice nunca
malas palabras. Al parecer, la Negra Angustias de carne y hueso que vivía en el estado de Guerrero era
muy malhablada.5
En la novela, sin embargo, la Coronela va vestida de hombre. Es sólo antes, en el tiempo en que
vivía en su pueblo y después en el momento en que quiere conquistar al catrín, cuando usa vestido:
«cambio su delicada indumentaria mujeril por los fieros ropajes y arreos del guerrillero: el pantalón de
cuero de venado, la chaquetilla a la mareada, el sombrerón que hacía pavoroso su rostro oscuro, las
espuelas...»6 En muchas de las fotografías de la Revolución en donde aparecen mujeres, estas llevan falda,
sin embargo, hay un montón en las que se las ve con pantalones.7 Y, en algunas de estas resulta difícil,
incluso, descifrar bien a bien el significado del traje de hombre que llevan puesto.
Tres personajes masculinos ayudan de verdad, de manera voluntaria o involuntaria, a Angustias:
su padre y su amigo el Huitlacoche la ayudan porque la quieren; Manolo el maestro de quien se enamora,
la ayuda involuntariamente ya que al ser rechazada por éste, vuelve a ser otra vez ella misma, capaz de ser
independiente y seguir desempeñando un papel activo, significativo, y darse poder a si misma.
Hay una escena poco común en las películas mexicanas.La tropa de Angustias agarra al rural «El
Picado» quien en el pasado la había acosado sexualmente, le dice que hay ella es la que manda y lo
«juzga» en nombre de las viejas de las que se ha burlado (de Piedad, de Rosa, de Lupe la de Agua Fría).
Lo manda castrar y dice que «sólo así son menos malos los hombres». Enseguida se la ve a ella caminar
entre las hojas de los magueyes, a modo de obvia alusión fálica.8 Pero el falo visto aquí como equivalente
a puñal o lanza que lastima, que hace daño.
En estas películas que considero, las mujeres en general no pasan de victimizarse, de quejarse de
lo mucho que sufren justamente por ser mujeres. Pero la Negra Angustias actúa, toma iniciativas frente a
las desigualdades y la dominación masculina.
Hay una escena que nos permite ver coma la directora desarrollo la cuestión de la relación entre
la protagonista y otras mujeres. Hacen prisionero a un ingeniero y lo van a fusilar. Llega la novia de éste a
pedirle a Angustias «de mujer a mujer» que lo libere y le dice: «La Revolución es justicia, pero nunca
felonía» .Esto no ablanda a Angustias, pero cuando le dice que está embarazada y que su hijo será
huérfano antes de nacer, eso si la hace reaccionar y libera al hombre. Como de costumbre, aparece la
maternidad como el motor fundamental que impulsa a las mujeres. Esto es una constante hasta en esta
película realizada por una mujer.
Angustias hace varios comentarios sobre la feminidad y la masculinidad. Par ejemplo, dice
despectivamente «asco de las mujeres, no entiendo, verdad de Dios, son todas como la cabra amarilla»
haciendo referencia a las cabras que de niña cuidaba en el monte. Pero también dice a propósito de las
prostitutas que «esas son las que merecen más respeto porque soportan la peste y la brutalidad de los
hombres». La preocupación y el cuestionamiento hacia los papeles culturalmente asignados a los géneros
está muy marcada en La Negra Angustias.
Angustias es analfabeta, quiere aprender a leer y aparece un maestro rubio, de ojos claros, bien
catrín y un tanto afeminado para enseñarle. En la escena en la que ella lo contrata, el va detrás de las
faldas de su madre quien es la que habla e interactúa con Angustias y canta las alabanzas de su hijo.
El no quiere saber nada de la Revolución y, además, dice que la guerra no es para mujeres.
Angustias se enamora del maestro y, como sucede siempre, actúa de acuerdo con los atributos que se
consideran femeninos, se muestra modosita, dócil, buena niña, suave y se emperifolla. Para él se vuelve
momentáneamente chiquita, mansa, idiota y se sume en la tristeza cuando él la rechaza por razones de
clase y de raza. Angustias piensa que el maestro no la quiere por pobre, por fea y por negra. Aquí se
presenta una inversión de papeles, ella es quien se le declara; ella es una ruda campesina negra convertida
en coronela, en un papel social masculino, con un cierto poder, y él, un delicado y blanco maestro urbano
dominado por su madre. Para él, la relación sería imposible; la cuestión de la diferencia de razas aparece
claramente cuando le dice que «su unión seria una cruza absurda...»
Está tan dolida por el amor no correspondido que ya no quiere ni irse con su tropa, pero los
federales matan frente a ella a su amigo Huitlacoche y entonces ella reacciona y se va, huyendo al mando
de su tropa y gritando « Viva la Revolución, Viva México». Angustias, como la mayoría de las mujeres,
aún teniendo conciencia del significado de la lucha revolucionaria, estaba dispuesta a dejarlo todo por su
amor, pero al ser rechazada puede seguir adelante haciendo la Revolución, al frente de los hombres y no
detrás como soldadera. A caballo y no a pie. Sin embargo, en la novela el final no es así; ahí Angustias se
somete al maestro quien no la ama y la desprecia, pero utiliza el hecho de que es Coronela de la
Revolución para conseguir trabajo en el gobierno. Ella termina viviendo en la Ciudad de México, en una
pobre vecindad y con un hijo, prisionera de su amor imposible.
Emilio García Riera, el reconocido crítico de cine y autor de la historia monumental del cine
mexicano no puede con esta película y con el proto- feminismo de la directora Landeta. Argumenta que el
final previsto era que Angustias se quedaba con el maestro y se convertía en una vecina de la ciudad de
México, «Este final, no se por que, fue cambia do en la película», se pregunta9 ¿No entiende por que la
realizadora cambió un final en donde la mujer se vuelve esposa-ama de casa y madre por el de una
Angustias, Coronela de la Revolución, libre y con poder? Tampoco entiende que Angustias rechace a los
hombres a pesar de que intentan violarla en más de una ocasión y escribe «la repugnancia de la Negra
ante el sexo»10 Pienso que no es precisamente lo mismo rechazar el sexo que rechazar el sexo forzado, o
sea la violación; no es lo mismo repudiar a los machos brutales que a los hombres, ya que ella, a fin de
cuentas, se enamora de un hombre. Es preciso mencionar que el maestro también es machista, lo cual no
tiene nada que ver con el hecho de que sea lo que se ha dado en llamar «afeminado». Se puede ser las dos
cosas al mismo tiempo ya que lo primero es una cuestión ideológica y lo segundo, en general, sólo se trata
de modales.
De estas películas, a mi juicio, ésta es la mejor en muchos sentidos, incluso estéticamente, pero
sobre todo en el tratamiento de la relación entre los géneros y en la forma de entender lo femenino. Es una
excepción dentro del cine mexicano porque es, además, excepción Matilde Landeta como una de las
primeras realizadoras dentro de la industria del cine nacional. Julia Tuñon, historiadora estudiosa del cine
de mujeres, ante la escena de la castración afirma: «Lo anterior puede hacernos suponer que estamos ante
una película feminista; no es tal. Las escenas anteriores muestran a una Angustias castradora porque está
castrada en su feminidad y que, ante el llamado del amor, se doma; procura cambiar...»11 Angustias no es
lo que se entiende comúnmente por una mujer castradora, castra a un violador por venganza, para hacer
justicia por su propia mano; es más, no hay nada que haga suponer que su feminidad está castrada. Se
enamora y no es correspondida, eso es todo. ¿Cuando un hombre se enamora y no es correspondido se
dice que está castrado en su masculinidad?
A pesar de haber producido una gran película como La Negra Angustias, la industria
cinematográfica nacional seguía empeñada en mostrar, una y otra vez, la concepción más tradicional
hacia las mujeres. La película La Cucaracha empieza cuando el Coronel Antonio Zeta (el «Indio»
Fernández), villista, y sus Panteras del Norte entran en un pueblo tristes y derrotados.12 La Cucaracha
(María Félix) trepada en una barda los observa y se ríe de ellos a carcajadas. Ésta es una de sus primeras
agresiones y muestras de su animadversión hacia el Coronel Zeta. Enseguida él le dice a la Cucaracha que
se vaya porque no quiere mujeres en el cuartel, pero ella le responde que es un soldado (sic) y que ahí se
va a quedar. Los integrantes de la tropa de Zeta opinan que las mujeres revolucionarias son sólo unas
«viejas mitoteras».
Le dicen la Cucaracha por rodadora, porque no se conforma con un sólo macho, le quita el suyo
a las demás. Aparece aquí nuevamente la mujer que, en cierta medida, trastoca su papel de género se viste
de hombre y usa fusil, toma alcohol, dice leperadas, y es tratada de prostituta. Zeta le dice en una escena:
«yo vine para pelear y usted está aquí pa'lo que está» o sea para acostarse con todos.
La Cucaracha es «soldado», como dice ella, y anda metida en la lucha armada. Sin embargo
opina que la Revolución es para morirse y que los revolucionarios son unos salvajes que golpean y matan.
En la leva de federales se llevan a todos, hasta a los niños y al maestro de la escuela del pueblo,
quien poco después muere en campaña. Su viuda, Isabel (Dolores del Río), pasa de ser una feliz ama de
casa a un alma buena vestida de negro que se desliza como sombra y finalmente acaba de soldadera; se
arrejunta y enviuda nuevamente. Muy buena, muy buena, pero es ella la que arrebata hombres porque le
quita el coronel Zeta a la Cucaracha.
La Cucaracha es la «hembra bravía» que se viste con colores vivos e Isabel es la esposa y viuda
abnegada, vestida de negro, que llora y llora. Ahora bien, es interesante ver cómo llevan al extremo la
bravura de la Cucaracha que hasta aparece disparando desde la primera línea de fuego. Pero lo principal
es que es una «mala mujer» que hasta echa a perder a la gente porque les da de tomar, en cambio Isabel es
la buena y por eso el Coronel la acaba prefiriendo. Moraleja: no seas independiente, fuerte, bravía y
«libertina» o te abandonaran por una mujer «como Dios manda».
Cuando la Cucaracha logra conquistar al Coronel Zeta es porque le da una bofetada y él,
mostrando su fuerza, le ordena que se desnude porque ahora va a ser mujer; como si antes y vestida con
pantalones no lo fuera. La obliga a ponerse en el suelo y ella mira desde arriba, para acentuar su poder.
Ella gustosa se entrega, se somete. En la siguiente escena ya sale vestida con falda, agarradita de la mano
del coronel. Ante esto las soldaderas le dicen «¡Ya murió mi Cucaracha!» Pero ella contesta: «¡Ahora es
cuando nace!». Y en seguida la interpelan: «¿Qué se siente ser vieja?».
En esta película se enfrentan y contrastan, pues, las dos imágenes femeninas archiconocidas: la
rodadora-marimacho y la señora-viuda, respetable, pero rejega que no hace caso a los hombres; la puta y
la santa. Son dos mujeres enamoradas de un hombre y hay dos hombres (el «Indio» Fernández y Pedro
Armendáriz) enamorados de una mujer: la Cucaracha. Los dos hombres mueren por ella y al final, ellas
juntas, como si de alguna manera se hermanaran, se van a la Revolución como soldaderas, a ver a quienes
les van a echar las gordas ahora y a cargarles el fusil para que ellos echen bala.
La Cucaracha dice de si misma que es basura, pero de pronto tiene algo en ella que no lo es, tiene
un hijo de Antonio Zeta y dice que quiere que sea como su padre. No podía faltar la sublimación de la
maternidad. Los papeles de las mujeres en esta película son muy claros aunque a menudo contradictorios,
y todos ellos responden a los consabidos estereotipos. Las del montón recogen a los heridos, lavan ropa,
cocinan, tienen que «jalar parejo adonde vaya su hombre», sirven para calentar a los hombres de la bola y
para rezar. Cuando va a nacer un bebe no puede faltar el «¡ojalá sea machito!». Y el texto final es un
botoncito de muestra de la invisibilidad de las mujeres, aún cuando supuestamente ellas son las
protagonistas de esta historia, dice «... y junto con sus hombres y sus hijos, hicieron la Revolución
Mexicana». Las mujeres, se infiere... las innombradas.
En La Soldadera, Lázara (Silvia Pinal) se casa con Juan quien es enrolado de inmediato en las
filas federales.13 Ella es una vez más esa sombra perruna que sigue a pie a su amo en turno por los campos
de batalla. Los villistas matan al marido y ella toma un arma y se va con los vencedores, los hombres van
montados, las mujeres caminando. Ahora es un villista el que se «adueña» de ella y le ordena: «no te
quedes ahí parada, búscate que comer» al tiempo que le quita el fusil de las manos, es desarmada.
El guión hace de Lázara una víctima: «ah, que suerte la de nosotras las mujeres» y «la guerra no
se hizo para las mujeres, pero hay que seguir a nuestros hombres». Sin embargo, se presenta una
secuencia que rompe con la pasividad de estas soldaderas-víctimas: una mujer le pone un fusil en las
manos a Lázara, le cruza el pecho con cartucheras, y le enseña a disparar. Inmediatamente aparecen
escenas de mujeres solas disparando, luchando en la bola, saqueando una tienda, pero claro, se muestra en
seguida también el tópico de la rivalidad entre ellas.
Tal parece que las mujeres están muy presentes y muy activas a lo largo de la película, pero, así
como los hombres hablan de las razones de la Revolución, de la tierra y de la libertad, a Lázara lo único
que le interesa es su casita, (la que no ha tenido ). A ella le importa un comino la Revolución, por eso tan
pronto está con los federales como con los villistas o los carrancistas. Ella sólo va de un hombre a otro
suspirando por tener una casa y se la pasa llorando la mitad de la película eso sí, con las cartucheras bien
puestas. [Foto cubierta]
Lázara no es un juguete del destino sino un producto de los prejuicios sexistas del director. Dice
García Riera que « La Soldadera es lo contrario de La Cucaracha (...) y eso ya resulta un elogio.»14 ¿Por
que lo contrario? El papel fundamental atribuido a la soldadera: el de seguir al hombre en turno -es el
mismo en una película y en la otra. Así como en ambas aparece el personaje femenino disparando un fusil.
No es posible percatarnos, a través del cine, de los papeles reales desempeñados por las mujeres
durante el proceso revolucionario, como tampoco podemos saber del papel real de los hombres. Lo único
que se puede ver es cual es la representación, cuáles son los estereotipos que crearon los directores y la
directora en estas películas que he comentado. Por otro lado, hasta la fecha no se ha escrito la historia de
la participación de las mujeres y de cómo se dio la relación entre los géneros durante la Revolución.
Tenemos únicamente unos cuantos retazos sueltos. En las películas se confunden con frecuencia el
personaje de la soldadera con el de la prostituta, pero ¿cómo eran en la sociedad? De lo que si nos
podemos percatar a través de estas y otras películas es de cual era la imagen de la Revolución que se
quería dar en la década de 1940 ya en el postcardenismo, y en las dos décadas subsiguientes, así como de
los papeles genéricos.
Coincido con García Tsao cuando afirma que en el cine mexicano de la Revolución «se impuso
la mirada mistificadora, signada por un furor nacionalista, el culto a la personalidad caudillista y la
creación de estereotipos.»15 Sean de la clase social que sean las mujeres siempre aparecen cocinando, ésta
es definitivamente una constante en estas películas. Como constante fue para las mujeres esa actividad y
otras similares como lavar ropa, durante la Revolución.
En estas películas se muestran los arquetipos de la feminidad: madre, seductora y musa. La
soldadera, de alguna manera, conjuga en ella misma a las tres aunque no simultáneamente. Son, además,
las tres imágenes que han definido históricamente a lo femenino, porque han sido también las funciones
culturales de las mujeres por excelencia. Incluso en La Negra Angustias el corazón de madre aparece en
todo su esplendor. El cine en general, como dijo Gertrud Koch, «son más bien reflejos y productos de la
naturaleza interna de los sujetos, de los deseos, necesidades, ideales eróticos, instintos, etcétera, que
representaciones de un mundo exterior o social».16 Si bien este cine no nos ayuda a conocer que fue en la
realidad la Revolución Mexicana ni de que manera participaron las mujeres y los hombres, si nos informa
de los valores supremos que se enaltecen sin cesar y que integran la ideología dominante: la patria, la
iglesia, la religión, el machismo, la familia, la maternidad, el amor (sobre todo el que implica
sometimiento)... valores estos con los que el cine ha contribuido, sin lugar a dudas, a ir conformando el
imaginario colectivo de un pueblo y en particular los papeles y las identidades de género.

sábado, 12 de diciembre de 2009

10 DETALLES SOBRE JOSÉ EMILIO PACHECO




Aquí algunos datos sobre el autor de Las Batallas en el desierto:

1. Aunque ganó el Premio Cervantes, dice que no es especialista en la obra de ese autor, pero ha leído tres veces el Quijote.

2. Pacheco es gran admirador de la obra de Jorge Luis Borges y en 1999 ofreció unas conferencias sobre el autor argentino. Además es experto en literatura mexicana del siglo XIX.

3. Es el segundo autor en obtener en el mismo año el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Premio Cervantes. En 2006 Antonio Gamoneda había conseguido ambas preseas.

4. Su obra Las Batallas en el Desierto, además de inspirar la película Mariana, Mariana en la que actuaron Elizabeth Aguilar y Luis Mario Quiroz, también dio pie a la canción Las Batallas de Café Tacvba.

5. Al escritor, quien estudio Derecho y Filosofía en la UNAM, no le agradan las entrevistas, pues asegura que siempre dice lo mismo. Además nunca se ha sentido capaz de definir conceptos como la poesía, el sol o el amor.

6. José Emilio, esposo de la periodista Cristina Pacheco, confesó que se volvió más conocido luego de que hace unos años el cantante español Julio Iglesias lo mencionara en una entrevista. También el intérprete Víctor Manuel ha recomendado la lectura de su obra.

7. La Orquesta Sinfónica de Nuevo León, presentó en 1995 El reposo del fuego, compuesta por Gustavo A. Farias García, basada en el libro del mismo título de Pacheco.

8. En 2002 fue considerado por la revista Letras Libres, que hizo una encuesta entre sus lectores, como "el mejor poeta vivo de México".

9. Pacheco dice que la poesía es un "arte privado" que no puede, ni debe, competir con actividades deportivas como el futbol o el mundo de la farándula.

10. Según el autor, la televisión es enemiga de la lengua española "porque ha roto con la gramática del castellano y se olvidó de respetar la concordancia".

Redacción
El Universal
Ciudad de México Martes 01 de diciembre de 2009
00:57 José Emilio Pacheco obtuvo el Premio Cervantes 2009 y mencionó que le parece "irreal" recibir tal distinción.

¿Cómo mate a John Lennon?



Fui yo quien mató a Lennon, pero no el asesino. Aquel invierno se ponía crudo. Yo disparé el revólver.

Merodeaba por la calle 72, como tantas otras veces, con las solapas del abrigo rozándome las orejas. Trataba de reunir un poco de valor para acercarme al Dakota. Por casual que resultara, hoy me avergüenza pensar que ese maldito 8 de diciembre un lunático y yo concibiésemos la misma idea. I am not what I appear to be. Así que caminaba aplastando la escarcha. Nada más. Un paseo nocturno, un autógrafo y listo. Un breve encuentro con el genio. Let me take you down.

De espaldas al oeste de un Central Park helado, me asaltó ese terror que, desde entonces, no he podido dejar de interpretar como un augurio. Un terror más helado que aquel viento, más resbaladizo que la escarcha, más incierto que la guardia que inicié, apostado ya frente a la entrada del Dakota, esperando a John Lennon. El corazón me latía o, por así decirlo, no cesaba de girar incontrolablemente bajo la lana negra. El single y el bolígrafo aguardaban dentro del abrigo. De vez en cuando los palpaba e intentaba tranquilizarme con sus formas familiares. En este momento del recuerdo me parece como si lloviznara fugazmente, pero creo que me equivoco. Eran alrededor de las diez y estaba sorprendido: de acuerdo con las informaciones de las que disponía, él debía haber vuelto para prepararle la cena a su hijo. Se decía que ahora madrugaba y que hacía vida de padre y marido ejemplar; lo cual, a aquella rebelde edad nuestra, tendía estúpidamente a decepcionarnos. Aunque también venía militando como estandarte de la paz y la justicia; lo cual, en aquella ilusa juventud nuestra, tendía ingenuamente a entusiasmarnos. Tras consultar por enésima vez mi reloj, pensaba en desistir cuando una silueta desgarbada, menos alargada de lo previsto, bajo su ostentoso abrigo de piel, dio la vuelta a la esquina de Central Park West con la 72. Comenzó a acercarse con pasos zigzagueantes, algo cómicos. El corazón me dio un vuelco y sentí un picor en los ojos: The eagle picks my eye. Infinidad de veces me había jurado no parpadear siquiera cuando llegase el momento y, sin embargo, mientras terminaba de buscar la nitidez apretando los párpados, vi pasar la espalda larga de Lennon a dos metros de mí. Alcancé a observar que iba afeitado, aunque no perfectamente, y que llevaba las gafas casi en la punta de la nariz, más al estilo de un abuelito sureño que al estilo de un intelectual de Oriente. Estos detalles me serenaron un poco, como si la posibilidad de abordarlo se hubiera vuelto más factible y natural que un minuto atrás. Come together right now over me.

Él presionó varios botones del panel que había junto al arco del portal, mientras con la otra mano revolvía en su abrigo de piel como quien busca un encendedor. Pese a lo que más tarde repetiría todo el mundo, debo decir que Lennon iba solo. Y allí, junto al primer portón, comprendí que si no le hablaba entonces, no sería capaz de hacerlo nunca. Di dos pasos, la sangre se me heló. Pero di otros dos pasos y sentí una euforia casi animal, como si hubiese traspasado una frontera invisible y a partir de aquel punto cualquier cosa pudiera suceder. Él no se percató de mi presencia hasta que abrí la boca y de mis labios rígidos brotaron tres palabras roncas, tres palabras de vaho que no alcanzaron a continuar: “Perdone, señor Lennon...” Él se volvió bruscamente, aunque su expresión me pareció más bien relajada. Me estudió con la mirada, y me temo que identificó mi condición de inmediato. No sé por qué, de algún modo esto hirió mi orgullo: yo era en efecto un simple admirador, pero él no tenía por qué advertirlo tan pronto y sin mediar presentación. Me notaba alterado, las palabras se me atragantaban. Half of what I say is meaningless... Con indulgencia, Lennon deshizo el nudo preguntándome cómo me llamaba. A veces pienso que pudo tratarse de una simple fórmula de cortesía; otras veces me parece que aquello fue lo mejor que Lennon pudo preguntarme. Nowhere man, the world is at your command. Devuelto a mi modesta identidad, le contesté vocalizando muy bien mi apellido, como si pretendiera que él lo memorizase, y a continuación le manifesté mi deseo de que me firmara un single más un autógrafo aparte, para llevarlo en la billetera. Para mi sorpresa, o al menos en contra de mis temores, Lennon dijo “encantado” y luego dijo “pasa”. Estuve a punto de preguntarle adónde; pero enseguida, repuesto de la conmoción, me hice a un lado para dejarlo pasar, y luego entré tras él.

Franqueamos un segundo portón enrejado. Mientras caminábamos hacia el ala derecha del edificio, él me preguntó si estudiaba. Yo le dije que sí, y me atreví a añadir que tocaba la guitarra. Lennon hizo un gesto veloz con la boca y la frente, que podía significar tanto “qué bien”, como “otro más”. Mientras yo mencionaba atropelladamente los títulos de algunas de sus últimas canciones, accedimos a una nueva entrada. Lennon jugueteaba con un llavero y parecía tener ganas de charla. Esto tengo que contarlo, pensé, justo antes de que él dijera: “¿Te apetece un capuchino?”, y a mí me temblasen las piernas de pura incredulidad mientras él insistía: “Por mí, puedes subir, será sólo un momento, he olvidado unos papeles en casa y tengo que volver al estudio”. “¿Va a grabar otro disco?”, le pregunté. Pero Lennon se limitó a introducir la llave en la cerradura. “Anda, pasa”, dijo, “estás de suerte, hoy estoy de buen humor: mi hijo Sean ha aprendido a escribir su nombre”. Beautiful boy.

Hoy veo moverse a Lennon muy lentamente, al contrario que entonces. Veo detalles en aquel recibidor que no podría asegurar si existieron. Sí recuerdo con toda exactitud a Chapman, de pie junto a las puertas del ascensor. No sé cómo había entrado. No debió, en todo caso, de resultarle fácil, ni debía de ser aquella la primera vez que lo intentaba. Pero fue esa noche maldita, y no otra noche, cuando tuvo éxito. Chapman era rubio, tenía cara de morsa y llevaba puesto un impermeable que fue abriendo poco a poco mientras se acercaba a Lennon con una sonrisita mansa. Pude advertir que era flaco, aunque un poco fofo de vientre. Daba la impresión de ser completamente idiota. “Señor Lennon”, pronunció, en un tono muy distinto del que yo había empleado en la puerta del Dakota. No sé si sonaría presuntuoso afirmar que ya entonces me alarmé. Somebody calls you, you answer quite slowly. El caso es que John, en cambio, no pareció percibir nada extraño y respondió con un “¿Sí?” entre cansado y distraído. You can talk to me. Pero Chapman, sin dejar de sonreír, cara de morsa, siguió abriendo su impermeable y los ojos mojados, que empezaban a inflamarse. I should have known better. Lennon se volvió hacia mí, como diciéndome “encárgate tú de echarlo”. Fue por eso que no vio cómo el revólver asomaba del cinturón de Chapman. Oh, you can’t do that. Yo avancé y me interpuse. Yes, I’m gonna be a star. Es posible que ni siquiera entonces Lennon comprendiera lo que estaba sucediendo, porque mi cuerpo le obstruía la visión -ya de por sí limitada en aquel recibidor sin luz-, e incluso se me ocurre que todo pudo parecerle una curiosa escena de histeria entre dos fans. Tomé del brazo a Chapman, que ya empuñaba su revólver. Caí encima de él. Nothing to kill or die for. Forcejeamos en el suelo. Busqué apresarle las muñecas. Chapman poseía la fuerza remota de los desesperados. Happiness is a warm gun. Detrás de mí, de pronto, resonó un estruendo que ascendió velozmente por las escaleras como un tornado. Mother superior, jump the gun. Boca arriba en el suelo, Lennon sangraba. I don’t wanna be a soldier, mamma, I don’t wanna die. Vi que tenía convulsiones y que su pecho se inundaba rápido. I’m losing you. Me incorporé. Resonó otro disparo. Luego varios más seguidos. One and one and one is three: y allí estábamos los tres, un Beatle, Chapman y yo en el recibidor del Dakota, a las once y cinco de la noche, cada uno muerto a su manera.

Fui yo quien mató a Lennon, pero no el asesino. Mientras forcejeaba con Chapman, al intentar desviar su puño de la trayectoria de su víctima, que -ahora sí- lo miraba atónita por detrás de sus gafas, advertí con toda claridad cómo por un segundo mi propio dedo índice se deslizaba por el hueco que quedaba en el gatillo, cómo lo presionaba y cómo se retiraba con aterrada violencia, ya demasiado tarde. El siguiente disparo sobre Lennon, al igual que los restantes, los dio en efecto Chapman; pero ya se trataba de los tiros de gracia. Primero, por instinto, atiné a protegerme de un posible ataque. Aunque enseguida comprobé que Chapman había realizado su sueño y ya ni tan siquiera me veía, que no se movería más y seguiría contemplando el cuerpo de Lennon, fascinado como los dementes a quienes la realidad les da por fin la razón. Sé de sobra que John cayó ahí, y no en otro sitio; así que si minutos más tarde lo encontraron tendido bajo el arco del portal, supongo que fue porque Chapman lo arrastraría hasta allí para mejorar el efecto de su hazaña. En cuanto a mí, aproveché para huir o, mejor dicho, para ocultarme como pude y esperar a salir tras el primer vecino que abrió los portones enrejados.

Cuando poco después llegó la policía y lo arrestó, Chapman no declaró absolutamente nada sobre mi presencia en el Dakota. Al principio su silencio me extrañó, pero luego comprendí: Chapman había obtenido su momento de gloria y no estaba dispuesto a compartirlo con nadie. Él había buscado a Mr. Lennon, él le había pedido un autógrafo en su single y él le había disparado a quemarropa hasta vaciar el cargador. Y así, sonriendo mansamente, con la vista extraviada y envuelto en su impermeable, fue como se lo llevaron. Sólo entonces, y por mucho que ella insista en que estaba con él, la señora Ono supo y bajó en ascensor.

¿Cómo es que la policía no encontró también mis huellas dactilares en el arma homicida? Fácil. Ya lo dije al principio: aquel invierno se ponía crudo. Yo tenía puestos los guantes.

Me he preguntado muchas veces cuál habrá sido el último pensamiento claro de Lennon, justo antes de topar con su asesino: una posible melodía, la cara de su hijo, su bendita japonesa, ganas de ir al baño, alguna vaguedad intrascendente. ¿O acaso una parte de él intuía el peligro y por eso me invitó a subir? ¿Se pone en guardia nuestra mente antes que nuestro cuerpo cuando la muerte está próxima? Sólo por la tarde, al día siguiente, me atreví a comprar los periódicos: And though the news was rather sad. El hombre al que hacía apenas unas horas yo había acompañado a través de las puertas del Dakota ocupaba todas las primeras planas. Recordé lo que había leído en una entrevista suya en Playboy unos pocos días atrás: “Detesto a los que insisten en que es mejor quemarse que marchitarse. Es mejor marchitarse poco a poco. No aprecio esa veneración estúpida por los héroes difuntos. Yo venero a la gente que sobrevive. Me quedo, por supuesto, con los vivos”. Me he torturado una y otra vez recreando la escena, corrigiendo cada uno de mis movimientos, rectificando la suerte. Daría lo que fuera por un poco de paz para mi mente; pero estoy invadido de música mortal. I am he as you are he. Me temo que ya nunca dejaré de regresar a aquel 8 de diciembre helado, en el Dakota. ¿Quién de nosotros, de hecho, no estuvo también allí como empezando de nuevo, sujetando ese revólver una y otra vez, forcejeando inútilmente?

Este relato fue publicado en la edición mexicana de la revista Playboy en octubre de 2004.

Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977): licenciado en Filología Hispánica de la Universidad de Granada, España. Actualmente es columnista y guionista de tiras cómicas del diario Ideal de Granada. Su primera novela, Bariloche (Anagrama, 1999), fue finalista del Premio Herralde y elegida entre las diez mejores novelas del año por El Cultural del diario El Mundo. Su siguiente novela, La vida en las ventanas (Espasa, 2002), fue distinguida como finalista del Premio Primavera. Con Una vez Argentina (Anagrama, 2003) volvió a ser finalista del Premio Herralde de Novela. Ha publicado los libros de cuentos: El que espera (Anagrama, 2000) y El último minuto (Espasa, 2001). Los libros de poesía: Métodos de la noche (Hiperión, 1998, Premio Antonio Carvajal), El jugador de billar (Pre-Textos, 2000), El tobogán (Hiperión, 2002, Premio Hiperión) y La canción del antílope (Pre-Textos, 2003). Y el libro de ensayo: El equilibrista (Acantilado, 2005).

martes, 17 de noviembre de 2009

La sombra del caudillo. Novela de Martín Luis Guzmán




"Martín Luis Guzmán en su narración recrea una etapa de la historia política de México en los turbulentos años veinte, la sucesión presidencial y la carrera por llegar a ella de los contendientes, Hilario Jiménez e Ignacio Aguirre. La inminente sucesión al poder está casi por decidirse, pero depende más da la aprobación del Caudillo que de la decisión democrática del pueblo".

El autor estructura su relato en seis partes llamadas libros, que a su vez están divididas en capítulos, donde el lenguaje directo, sencillo y sin rebuscamientos nos lleva a las escenas de la historia sin mayores embrollos.
Martín Luis Guzmán deja observar en La sombra del caudillo, un estilo equilibrado porque no sumerge al lector en excesos lingüísticos, en cambio va al punto de los hechos que relata. De tal forma que nos encontramos frente a una novela de fácil, amena e interesante lectura.
Merece la pena destacar que el suceso que se aborda en la novela, de por sí es de trascendencia por el significado político en nuestro país, pero ese sólo hecho representa un reto cuando de contarlo se trata a través de la literatura. Estructurar, adecuar y matizar en la narrativa un acontecimiento como el que nos relata el autor, ha implicado retomar del testimonio personal y de la noticia de los diarios, el hecho por sí mismo, para narrarlo con templanza y mesura, pero sin dejar de lado el interés.
La pluma de Martín Luis Guzmán, nos ha dado un testimonial histórico, en una novela atrevida –no sólo en el momento de su publicación-, ello no supone que en la actualidad esté fuera de lugar la crítica aguda que en ella encontramos, hacía los principales actores de la política en México. Desafortunadamente en mucho no se ha cambiado.
Precisamente, en esta obra desfilan personajes inmersos en el ambiente político de la época, ellos enarbolan los principios de la Revolución y en nombre de ellos actúan, califican y descalifican a sus opositores; sin embargo vemos en ellos a personajes incongruentes con esos principios, incongruentes entre aquello que magnifican y lo que hacen.
En momentos los diálogos entre los personajes y sus respectivas reflexiones, se vuelven esa crítica al sistema político mexicano y a sus principales actores; una crítica que conlleva la realidad social de las mayorías que padecen los estragos de la pobreza, pero que continúan con la esperanza de que sus líderes políticos los lleven hacía un horizonte mejor, por eso acceden una y otra vez a sus promesas.
El pueblo, representado en la novela por esos anónimos indígenas acarreados, nos dejan observar, que aunque el país tiene depositado el poder en un caudillo, el pueblo parece sufrir una suerte de orfandad.
En este relato hay víctimas y victimarios, pero nunca héroes –aunque algunos de los personajes así se consideren-, se trata de hombres que viven el día a día guiados por un objetivo y apegados a las circunstancias que se van entretejiendo. Como se ha dicho no hay héroes, pero se percibe en personajes como el mismo caudillo, Hilario Jiménez o Ignacio Aguirre, esa convicción de ser por instantes el todopoderoso de la política.
Existen en la novela personajes analfabetas, oportunistas, arribistas y algunos letrados, pero casi todos motivados por el poder directa o indirectamente. Es una historia también de traiciones, conveniencias y corrupción llevados a sus últimas consecuencias.
De cualquier modo para los protagonistas siempre habrá justificación de sus actos, así lo hace ver Remigio Tarabana frente a Ignacio Aguirre:
“La calificación de los actos humanos no es sólo punto de moral, sino también de geografía física y de geografía política. Y siendo así, hay que considerar que México disfruta por ahora de una ética distinta de las que rigen en otras latitudes...”
Con esta ética los personajes de La sombra del caudillo existen, por eso Martín Luis Guzmán nos proporciona en su obra la visión sobre la Revolución, desde la cúpula del poder y que en actores políticos de la talla de un Catarino Ibáñez, se traduce en su convicción de ser el claro ejemplo de que la Revolución sí ha hecho justicia, por lo menos a sujetos como él que posee una riqueza ambicionada desde su juventud humilde; y ya como gobernador, puede compartir entre los menesterosos un bocado, aunque sea una dádiva.

Es así que la pluma de Martín Luis Guzmán nos relata un suceso de la historia con precisión verbal, nada sale sobrando en su narración; las escenas las va pintando con verisimilitud y a detalle, para transportarnos a la época y permitir asomarnos a ese momento de nuestra historia a través de la literatura.




lunes, 16 de noviembre de 2009

La luz del amor a la verdad: La UAM


Soy de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) por elección y convicción. Respeto profundamente y aprecio con orgullo a nuestra Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) por lo que representa para el país y en general, por el lugar que ocupa en Hispanoamérica dentro del conjunto de instituciones educativas de nivel superior, lo mismo que el Instituto politécnico Nacional (IPN); aunque hoy confirmó nuevamente que cuando decidí forjar mis estudios en la UAM no me equivoqué.
La Casa Abierta al Tiempo es mi Alma mater, a ella agradezco los recursos académicos que me procuró durante años para integrarme al reducido campo laboral y apoyar desde mi trinchera al desarrollo del país, pero sobre todo, porque con su alimento intelectual aportó en mí los elementos sustantivos para formarme como humanista al servicio de la sociedad.
Tener acceso a la educación en México es un privilegio, lo cual no debería ser así, tampoco el hecho de que desde siempre los gobiernos en turno otorgan un presupuesto limitado a las universidades del país, por decir lo menos en cuanto a la tarea de planear egresos y proveer de recursos a la enseñanza pública se trata. Por ese motivo los 35 años que cumple nuestra respetada Institución significan un logro para reflexionar y actuar en consecuencia.
Que la mala administración de los que operan en ese ámbito no paralice el compromiso de los que somos favorecidos con una instrucción académica, estoy convencida que el agradecimiento no debe reservarse a una satisfacción manifiesta o a la participación de festejos efímeros. Hay que devolver a la Universidad lo que en algún tiempo nos dio, y creo que un buen principio para hacerlo, es a través del compromiso de servir éticamente a México, para que nuevas generaciones sean favorecidas con el mismo derecho a la educación, no como minorías privilegiadas, sino como parte integral de una sociedad que vive en verdadera democracia.
Festejo a la UAM con mi reconocimiento al valioso trabajo de todos aquellos que la conforman: Administrativos, catedráticos, alumnos, investigadores, autoridades, empleados operativos, egresados, etc. Desde estas líneas brindo mi respeto porque cada uno con su actividad específica le otorga solidez a la institución y por supuesto, la posibilidad de mejores expectativas de calidad de vida a la sociedad mexicana.
Quiero compartir que pocos años después de haber transitado por la UAM, continué con mi formación académica y para obtener el grado de Licenciatura en Periodismo, realicé una investigación. En sus primeras páginas escribí la indudable dedicatoria de mi trabajo a todos mis Profesores, desde aquellos de educación básica hasta los que en ese momento compartieron conmigo sus enseñanzas. Recuerdo que al pensarla, redactarla, leerla y todos estos años si la vuelvo a releer, siempre vienen a mi cabeza los Maestros que con la admirable vocación de su oficio, me marcaron para toda la vida. En particular, sin disminuir el ejercicio de los demás –que son muchos- quiero citar al Doctor Porfirio Miranda, Filósofo y catedrático en aquel entonces, de la División de Ciencias Sociales y Humanidades en la unidad Iztapalapa.
En aquel tiempo yo era alumna de la Licenciatura en Filosofía. La primera vez que forme parte de su clase, literalmente quedé impactada de su entusiasmo, sabiduría y claridad explicita.
Afortunadamente durante varios trimestres, igual que en aquella inicial ocasión, formamos parte de su cátedra un nutrido grupo de alumnos instalados necesariamente en un foro de mayor capacidad para poder atender mejor y prometo, ni el zumbido de una mosca se escuchaba. Era tal el interés de los presentes ante el fluir de ideas y la provocación a la duda, a la reflexión, a la búsqueda, que de la misma forma como sucede con los sucesos bellos o importantes que se desean compartir, me inquietaba el poder participar mi experiencia con más personas y me decía una y otra vez, no era posible que la generosidad y sabiduría de un hombre como el Maestro Porfirio no llegara a más jóvenes porque lamentablemente la voracidad de la clase política quiere reservarle a las mayorías –convenientemente- sólo un alimento: “Pan y circo”.
Porfirio Miranda acometía nuestro mutismo y asombro de neófitos con docilidad y una labor pedagógica consistente en lograr que sus alumnos extrajeramos por sí mismos nuestras ideas.
Es de agradecerle que nunca hiciera distinción entre alumnos o dirigiera la clase a unos cuantos, si bien –estoy convencida- todos le admirábamos, no se comportaba como esa especie de Profesor que asemeja un héroe grotesco que dedica su exposición al mero lucimiento y a la terca vanidad de creer poseer la verdad absoluta, estaba a años luz de una actitud parecida, era más bien un ser bondadoso de gran congruencia y en los hechos se reflejaba. No olvido que en distintos momentos nos habló de la dignidad infinita que poseemos las personas.
Transcurrió el tiempo y supongo que todos los que transitamos por su clase alguna vez, seguimos nuestro propio camino.
En lo personal debo manifestar que siempre sentiré la ausencia de un Maestro como fue Porfirio Miranda; sin embargo permanece su obra y pensamiento para continuar cultivándonos y nutrir a otras generaciones de jóvenes. Y aunque se le extraña, por toda su sabiduría y arte de instruir en las aulas, no dejo de agradecer que su semilla intelectual contribuyera enormemente para que ésta que soy, adquiriera su propia y peculiar personalidad, su propia y peculiar manera de ser, su propia y peculiar manera de hablar y platicar los problemas, de ver el mundo y de ver la vida.
Decía otro ilustre del magisterio, el Doctor Miguel Mansur Kuri, “Yo creo que un maestro que no logre traslucir en sus clases el amor a la verdad es una persona que está fallando en esa línea”. El Maestro Miranda fue en nuestra vida estudiantil un oportuno revelador del valor que es la verdad y la importancia de buscarla por encima del éxito y el lucro.
Puedo asegurar que conforme a ese valor la UAM representa un visible testimonio, no es gratuito que entre sus filas de Maestros se encontrara Porfirio Miranda quién en consecuencia a sus ideas y a la función de la Universidad, enseñó a la luz del amor a la verdad.

sábado, 14 de noviembre de 2009

“In calli Ixcahuicopa”


La UAM, creada en 1974, nació con la intención de ofrecer una opción alternativa y de calidad en un país en el que el acceso a la educación superior era, por decir lo menos, limitado. Surgió, sin duda, como una forma de atender muchos de los conflictos que dieron origen al movimiento estudiantil del 68. Por un lado, el país requería ampliar la cobertura en educación superior, pero además resultaba imperioso formar un mayor número de profesionistas que participaran activamente en el desarrollo del México del último cuarto del siglo XX, en un clima de tensiones políticas y económicas que exigían de la educación un esfuerzo enorme.

Cuando se fundó esta casa de estudios, se pensó en una Universidad “Abierta al tiempo” al tiempo cronológico y al actual como una institución receptiva, abierta a las nuevas ideas y a los impactos que éstas deben generar; abierta a las corrientes del pensamiento, a los nuevos descubrimientos y a las diversas formas de concebir el mundo*.

Originalmente, el proyecto se ideó con la intención de satisfacer una creciente demanda de educación superior en zonas del área metropolitana, caracterizadas por una carente oferta educativa y cultural adecuada. En esos tiempos se logró crear tres unidades académicas (Azcapotzalco, Iztapalapa y Xochimilco). Hoy, contamos con una cuarta unidad académica (Cuajimalpa). A lo largo de su existencia, la UAM se ha dedicado a educar una gama muy heterogénea de jóvenes, en gran parte provenientes de hogares con escasos recursos, y, en muchos casos, los primeros de su familia en contar con la oportunidad de obtener educación superior.

Desde el inicio de las actividades, la formación de alumnos se desarrolló de manera articulada con las actividades de investigación, y preservación y difusión de la cultura, generando así las tres tareas sustantivas que han dado forma y sentido a la misión universitaria, y que nos han permitido participar en el desarrollo de la sociedad en la que nos encontramos inscritos.

Actualmente, la Casa Abierta al Tiempo, se distingue por ser una de las instituciones de educación superior con mejor nivel académico en México. Lugar que ocupa entre otras cosas, por su capacidad para generar soluciones a diversos problemas que afectan y aquejan al país, pero también, porque después de 35 años de trabajo constante han egresado de ella más de 100,000 alumnos que hoy en día participan activamente en el desarrollo económico, político y cultural de nuestra sociedad.

Es tiempo, ahora, de reconocer públicamente, con orgullo y satisfacción, las enormes contribuciones que nuestros alumnos y alumnas le han dado a México. Sin duda, su formación es y ha sido la razón de ser de la UAM; a través de ellos nuestra casa extiende sus fronteras, se hace presente en todos los rincones del país, participando en su desarrollo. A través de ellos, también, la UAM permite dar a conocer el compromiso que realiza, los intereses que la motivan, la misión que la constituye.

A treinta y cinco años de vida, sigue siendo una tarea prioritaria sostener el esfuerzo para mejorar día con día las condiciones del estudiante al interior de la comunidad, asegurar que la formación que recibe cumpla con las exigencias de calidad y de excelencia que los tiempos de hoy nos demandan, pero, sobre todo, tenemos que sostener el compromiso de garantizar una formación integral que permita a nuestros egresados desarrollarse con plenitud en sus áreas de trabajo y al mismo tiempo con la responsabilidad y compromiso que la sociedad mexicana requiere.

A este respecto y especialmente frente a los difíciles momentos por los que atraviesa el país, es necesario impulsar en todos los niveles una reflexión ética que nos permita cuestionar y reafirmar nuestro deber hacia la sociedad. La UAM como portador de sentido, posibilidad de saber y de diálogo®, contribuye con otras instituciones del país y del mundo en la educación, más allá de sus propias disciplinas, a través del intercambio académico y cultural.

La Universidad Autónoma Metropolitana, cumple fundamentalmente su encomienda y demuestra ante la sociedad la importancia de sus aportes en todos sus ámbitos de trabajo y festeja sus treinta y cinco años reconociendo el papel central de los alumnos, profesores, administrativos y egresados, en la construcción y desarrollo del país, y refrendando nuestro compromiso como institución, con la sociedad.

En homenaje a nuestra comunidad, presentamos por primera vez el “Himno a la Universidad Autónoma Metropolitana”, que celebra las acciones que día tras día llevan a cabo quienes conforman a esta institución.

La UAM, creada en 1974, nació con la intención de ofrecer una opción alternativa y de calidad en un país en el que el acceso a la educación superior era, por decir lo menos, limitado. Surgió, sin duda, como una forma de atender muchos de los conflictos que dieron origen al movimiento estudiantil del 68. Por un lado, el país requería ampliar la cobertura en educación superior, pero además resultaba imperioso formar un mayor número de profesionistas que participaran activamente en el desarrollo del México del último cuarto del siglo XX, en un clima de tensiones políticas y económicas que exigían de la educación un esfuerzo enorme.

Cuando se fundó esta casa de estudios, se pensó en una Universidad “Abierta al tiempo” al tiempo cronológico y al actual como una institución receptiva, abierta a las nuevas ideas y a los impactos que éstas deben generar; abierta a las corrientes del pensamiento, a los nuevos descubrimientos y a las diversas formas de concebir el mundo*.

Originalmente, el proyecto se ideó con la intención de satisfacer una creciente demanda de educación superior en zonas del área metropolitana, caracterizadas por una carente oferta educativa y cultural adecuada. En esos tiempos se logró crear tres unidades académicas (Azcapotzalco, Iztapalapa y Xochimilco). Hoy, contamos con una cuarta unidad académica (Cuajimalpa). A lo largo de su existencia, la UAM se ha dedicado a educar una gama muy heterogénea de jóvenes, en gran parte provenientes de hogares con escasos recursos, y, en muchos casos, los primeros de su familia en contar con la oportunidad de obtener educación superior.

Desde el inicio de las actividades, la formación de alumnos se desarrolló de manera articulada con las actividades de investigación, y preservación y difusión de la cultura, generando así las tres tareas sustantivas que han dado forma y sentido a la misión universitaria, y que nos han permitido participar en el desarrollo de la sociedad en la que nos encontramos inscritos.

Actualmente, la Casa Abierta al Tiempo, se distingue por ser una de las instituciones de educación superior con mejor nivel académico en México. Lugar que ocupa entre otras cosas, por su capacidad para generar soluciones a diversos problemas que afectan y aquejan al país, pero también, porque después de 35 años de trabajo constante han egresado de ella más de 100,000 alumnos que hoy en día participan activamente en el desarrollo económico, político y cultural de nuestra sociedad.

Es tiempo, ahora, de reconocer públicamente, con orgullo y satisfacción, las enormes contribuciones que nuestros alumnos y alumnas le han dado a México. Sin duda, su formación es y ha sido la razón de ser de la UAM; a través de ellos nuestra casa extiende sus fronteras, se hace presente en todos los rincones del país, participando en su desarrollo. A través de ellos, también, la UAM permite dar a conocer el compromiso que realiza, los intereses que la motivan, la misión que la constituye.

A treinta y cinco años de vida, sigue siendo una tarea prioritaria sostener el esfuerzo para mejorar día con día las condiciones del estudiante al interior de la comunidad, asegurar que la formación que recibe cumpla con las exigencias de calidad y de excelencia que los tiempos de hoy nos demandan, pero, sobre todo, tenemos que sostener el compromiso de garantizar una formación integral que permita a nuestros egresados desarrollarse con plenitud en sus áreas de trabajo y al mismo tiempo con la responsabilidad y compromiso que la sociedad mexicana requiere.

A este respecto y especialmente frente a los difíciles momentos por los que atraviesa el país, es necesario impulsar en todos los niveles una reflexión ética que nos permita cuestionar y reafirmar nuestro deber hacia la sociedad. La UAM como portador de sentido, posibilidad de saber y de diálogo®, contribuye con otras instituciones del país y del mundo en la educación, más allá de sus propias disciplinas, a través del intercambio académico y cultural.

La Universidad Autónoma Metropolitana, cumple fundamentalmente su encomienda y demuestra ante la sociedad la importancia de sus aportes en todos sus ámbitos de trabajo y festeja sus treinta y cinco años reconociendo el papel central de los alumnos, profesores, administrativos y egresados, en la construcción y desarrollo del país, y refrendando nuestro compromiso como institución, con la sociedad(...)

Atentamente,
“Casa abierta al tiempo”

Dr. José Lema Labadie
Rector General

*Arq. Pedro Ramírez Vázquez, Fundador, primer Rector General y Doctor Honoris Causa de la Universidad Autónoma Metropolitana.
®Dr. Miguel León Portilla, eminente nahuatlista y creador del lema: “In calli Ixcahuicopa”





martes, 10 de noviembre de 2009

DIEZ LECTURAS COMPAÑERAS DE NAUFRAGIO PARA UNA ISLA DESIERTA



Atendiendo a la idea de Umberto Eco sobre la importancia que representa el libro, comparto mi selección básica de los títulos que escogería para salvar y llevarlos a una isla desierta.
  • "Crimen y castigo" de Fiodor Dostoievski
  • "El Aleph" de Jorge Luis Borges
  • "En las montañas de la locura" de H. P. Lovecraft
  • "El rayo que no cesa" de Miguel Hernández
  • "Romancero gitano" de Federico García Lorca
  • "El ingenioso hidalgo Don Quijote de La mancha" de Miguel de Cervantes Saavedra
  • "Como si el ruido pudiera molestar" de Gustavo Roldán
  • "Pedro Páramo" de Juan Rulfo
  • "El llano en llamas" de Juan Rulfo
  • "Rayuela" de Julio Cortazar

domingo, 8 de noviembre de 2009

Umberto Eco: "Los libros son de esa clase de instrumentos que, una vez inventados, no pudieron ser mejorados, simplemente porque son buenos..."


En la edición on line del suplemento Radar del diario argentino Página/12, se reproduce la conferencia en inglés —publicada por el semanario Al-Ahram— que ofreció Umberto Eco el 1º de noviembre de 2003, con motivo de la reapertura de la milenaria Bibliotheca Alexandrina, en la ciudad egipcia de Alejandría.

En la charla, Eco "explica por qué, a pesar de Internet, las computadoras y los hipertextos, los libros fueron, son y serán imprescindibles para el ser humano".

Algunos párrafos de la conferencia del escritor y semiólogo italiano:

"Durante siglos, las bibliotecas fueron la manera más importante de guardar nuestra sabiduría colectiva. Fueron y siguen siendo una especie de cerebro universal donde podemos recuperar lo que hemos olvidado y lo que todavía no conocemos. Si me permiten la metáfora, una biblioteca es la mejor imitación posible de una mente divina, en la que todo el universo se ve y se comprende al mismo tiempo. Una persona capaz de almacenar en su mente la información proporcionada por una gran biblioteca emularía, en cierta forma, a la mente de Dios. Es decir, inventamos bibliotecas porque sabemos que carecemos de poderes divinos, pero hacemos todo lo posible por imitarlos."

"Si naufragamos en una isla desierta, donde no hay posibilidad de conectar una computadora, el libro sigue siendo un instrumento valioso. Aun si tuviéramos una computadora con batería solar, no nos sería fácil leer en la pantalla mientras descansamos en una hamaca. Los libros siguen siendo los mejores compañeros de naufragio. Los libros son de esa clase de instrumentos que, una vez inventados, no pudieron ser mejorados,simplemente porque son buenos. Como el martillo, el cuchillo, la cuchara o la tijera."

"Un libro nos ofrece un texto abierto a múltiples interpretaciones, pero nos dice algo que no puede ser modificado. Supongamos que estamos leyendo La guerra y la paz de Tolstoi. Anhelamos con desesperación que Natasha rechace el cortejo de Anatoli, ese despreciable sinvergüenza; con la misma desesperación anhelamos que el príncipe Andrei, que es una persona maravillosa, no se muera nunca, y que él y Natasha vivan juntos para siempre. Si tenemos La guerra y la paz en un CD-ROM hipertextual e interactivo, podremos reescribir nuestro propio relato; podríamos inventar innumerables La guerra y la paz, uno en el que Pierre Besujov consigue matar a Napoleón o, si preferimos, uno en el que Napoleón derrota en toda la línea al general Kutusov. ¡Qué libertad! ¡Cuánta excitación! ¡Cualquier Bouvard o Pécuchet puede llegar a ser Flaubert!

Desgraciadamente, con un libro ya escrito, y cuyo destino está determinado por la voluntad represiva del autor, no podemos hacer nada de eso. Nos vemos obligados a aceptar el destino y a admitir que somos incapaces de modificarlo. Una novela hipertextual e interactiva da rienda suelta a nuestra libertad y creatividad, y espero que esta actividad inventiva sea implementada en las escuelas del futuro. Pero con la novela La guerra y la paz, que ya está escrita en su forma definitiva, no podemos ejercer las posibilidades ilimitadas de nuestra imaginación sino que nos enfrentamos a las severas leyes que gobiernan la vida y la muerte."

(...) "Eso es lo que nos dice cada libro verdaderamente grande: que Dios pasó, y que pasó tanto para el creyente como para el escéptico. Hay libros que no podemos reescribir porque su función es enseñarnos la necesidad; sólo respetándolos tal como son pueden hacernos más sabios. Su lección represiva es indispensable si queremos alcanzar un estadio más alto de libertad intelectual y moral."

Traducción de Sergio Di Nucci.

MANIFIESTO DE LOS CREADORES


Los autores, compositores y artistas, como cualquier ciudadano, pagan impuestos, IVA, tenencias, predial e impuesto sobre la renta, por la docencia, las conferencias, las asesorías, las labores administrativas y los servicios profesionales que desempeñan a fin de poder vivir para su vocación.
Los creadores son los únicos ciudadanos del país que pierden su obra al morir, porque las creaciones pasan al dominio público, 75 años después de muertos y sus familias no heredan el derecho de explotar esas obras, con lo cual la sociedad las confisca, las convierte en patrimonio de la humanidad y cualquiera puede usarlas y explotarlas comercialmente.
Ningún contribuyente, al morir, pierde su banco, ni su empresa, ni su tienda, ni su taxi, ni su rancho, ni su casa, ni sus muebles, y sus descendientes heredan los bienes que crearon sus ancestros, mientras que el escritor pierde su obra y solo hereda el honor y la gloria, algo tan eventual que pocos alcanzan y tan efímero que pronto se olvida.
El oficio del creador no es superior al de otros trabajadores, simplemente es diferente, porque la naturaleza del trabajo creativo no se agota en un acto, sino que se genera a través del tiempo y ya plasmado en una hoja, una partitura, o en un escenario no se consume en un instante, porque las obras artísticas se venden lentamente, aunque las ideas se quedan para siempre en el que las disfruta, transformándolo.
La exención autoral no favorece a ciertas personas sino a cierta actividad, la creación intelectual, que tiene una naturaleza diferente y no es un servicio profesional que se presta y se cobra mediante un recibo de honorarios , porque las inversiones de tiempo y esfuerzo de muchos años, no son comparables ni equivalentes con las deducciones fiscales de un solo ejercicio.
¿Cuánto tiempo tarda un poeta en engendrar un poema, un dramaturgo en crear un drama, un narrador en generar una historia, un compositor en componer una canción, un coreógrafo en imaginar una coreografía, un director en concebir una película, un fotógrafo en encontrar una imagen, un caricaturista en desnudar al poder? Se invierte más en la creación que lo que se recibe de derechos de autor. Este déficit fiscal merece subsidios no gravámenes.
Las recaudaciones a través de las sociedades autorales no son cuantiosas, por lo que el fisco, si se aplica el 35% del I.S.R., recaudará no más de 70 millones de pesos, demasiado poco, si se piensa en el gran daño que representa el desaliento a la creación y el empobrecimiento cultural de la nación.
Un país, con diez millones de analfabetas por una educación deficiente, culpa del Estado; un país que no tiene acceso a los bienes culturales por una falta de política cultural; un país con una situación económica difícil (desempleo, recesión, pobreza extrema) culpa del Estado, no debe gravar el derecho de autor, base de las industrias culturales, tan endebles y raquíticas, culpa del Estado, ni desalentar la creación que alimenta el espíritu, ya que se carece del alimento del cuerpo, culpa del Estado.
Deben considerarse los aspectos fiscales de proporcionalidad y equidad a favor de los creadores, ya que su trabajo creativo reviste características muy peculiares que le distinguen de cualquier otra actividad remunerada y, en consecuencia, debe gozar de un régimen fiscal especial, ya que la explotación de sus obras genera una infinidad de actividades sobre las que el Estado incide obteniendo importantes beneficios económicos de manera directa o indirecta.
El autor enfrenta una situación económica incierta a futuro, puesto que al ser eventual su labor no tiene una adecuada o amplia protección en el campo de la seguridad social.
La creación autoral ha sido reconocida como de interés público en las Constituciones Políticas de México de 1824, 1857 y 1917; en plenas luchas insurgentes, civiles y revolucionarias, forjando una nación y jugándose la vida, los constituyentes tuvieron tiempo de pensar en proteger los derechos autorales.
Los aztecas, esos bárbaros que sacaban corazones con cuchillos de obsidiana y se comían a sus enemigos, declaraban "libres del pago de pecho y tributo" a los tlacuilos, los escritores de entonces, "porque son escribanos de todo lo que ha pasado y lo que pasa, y dan a entender todo, son estimados porque componen y cantan todo lo pasado y lo que pasa y lo que creen, y saben sus historias y todo lo de sus creencias y son sabios en esto y muy tenidos…" Los antiguos mexicanos alentaban la creación, los nuevos mexicanos atentan contra ella.


México a 23 de enero de 2002


Sociedad de Autores y Compositores de México Roberto Cantoral
Sociedad General de Escritores de México Víctor Hugo Rascón Banda
Sociedad Mexicana de Artes Plásticas Julio Carrasco Bretón
Sociedad Mexicana de Directores Gilberto Gazcón
Sociedad Mexicana de Caricaturistas José Luis Diego
Sociedad Mexicana de Coreógrafos Patricia Aulestia
Sociedad de Autores de Obras Visuales Grissel Vistrain
Sociedad Mexicana de Autores de Obras Fotográficas Enrique Gallart (Pendiente)
Sociedad Mexicana de Escenógrafos Félida Medina(Pendiente)
Portadora de la petición al Congreso de la Unión para derogar el gravamen a los creadores firmada por autores de Nuevo León y 14 estados del país Leticia Vargas

miércoles, 28 de octubre de 2009

LA LIBERTAD NAUSEABUNDA


En 1964 el filósofo, periodista, dramaturgo y novelista francés, Jean-Paul Sartre (1905-1980) rechazó el Premio Nobel de Literatura, una firme elección consecuente con su trayectoria y pensamiento, “si lo aceptaba comprometería su integridad como escritor.”
Si bien es cierto, es considerado uno de los principales representantes del Existencialismo, movimiento filosófico que distingue el acontecimiento que implica la existencia, la libertad y la elección individual; es preciso reconocer que el mundo existencialista forjado por Sartre en sus trabajos deriva de la metafísica, del movimiento filosófico llamado fenomenología y del socialismo científico; asimismo, de la influencia de pensadores como Kierkegaard, Heidegger, Marx y Nietzsche, entre otros. Diversidad de ideas que Sartre tuvo el genio de aglutinar en sus obras.
Pese a que el Existencialismo es desprovisto de rigor y la disciplina científica necesaria, se relaciona con la Literatura, la Psicología y las Ciencias políticas, materias que originaron un vasto interés hasta convertirlo en un movimiento mundial.
Es Jean-Paul Sartre el que difunde el movimiento a escala internacional. En el caso especifico de Latinoamérica el Existencialismo tuvo su impacto en la Literatura y lo encontramos presente como generador intelectual de cuestionamientos e inquietudes sociales y políticas.
Como el principal difusor de la ideología y en ciertos casos hasta activista político desde una postura marxista, no resulta fuera de contexto entender la presencia de Sartre en la Cuba posrevolucionaria. A pesar de ello, no corresponde en este espacio aventurar conjeturas sobre las simpatías o inclinaciones políticas que el ideólogo haya sostenido con el régimen instaurado por Castro, a ese respecto, las investigaciones interdisciplinarias aportaron en su oportunidad, elementos que permitieron construir una verdad histórica ya documentada. Es un hecho que sin ningún tipo de cortapisas, Sartre manifestaba sus convicciones, lo que es menester puntualizar, es no atenerse como lector, únicamente a la experiencia anecdótica.


Por ejemplificar, se cuenta que la fotografía emblemática del Che Guevara, aquella en que él está observando, pero parece mirar a ninguna parte, románticamente se ha dicho que está mirando al futuro. Hay quien rememora la anécdota y afirma que la imagen fue capturada oportunamente por el fotógrafo, mientras transcurría un discurso de Fidel Castro. El Che se encontraba de pie en medio de Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, escuchando como hipnotizado por la retórica del líder revolucionario.


Lo cierto es que Sartre en cada una de sus facetas intelectuales, expresó a través de su pluma una critica abierta a las intervenciones militares soviéticas en Hungría y Checoslovaquia y denunció la represión del Éjercito francés en Argelia.
Sus razonamientos fueron tan influyentes que durante el movimiento del Mayo francés, los estudiantes retomaron la esencia de uno de sus discursos, descrito por él como la "expansión de lo posible" e interpretado como la voluntad de cuestionar el discurso dominante sobre lo real y lo posible.
Un significativo fragmento que representa el espíritu del 68 se le debe a Sartre y a su discurso entendido, sintetizado y reproducido por los jóvenes en pancartas, grabados, líbelos, pintas y consignas que convocaban:"Seamos realistas, pidamos lo imposible" o "Queda estrictamente prohibido prohibir".
Sobre el suceso, el filosofo argumentaba:
“Sea cual sea el régimen, a los estudiantes que son jóvenes, que sienten que todavía no han entrado en el sistema que les han preparado sus padres y en el que no quieren entrar, lo único que les queda es la violencia. Dicho de otro modo, no quieren concesiones, no quieren que les arreglen las cosas, que se les satisfagan pequeñas reivindicaciones para, de hecho, acorralarles y hacerles seguir las reglas y hacerles ser, como les decía, dentro de 30 años, un viejecito utilizado como su padre".
Subrayemos que la lógica de ese razonamiento resulta también de la serie de premisas en las que el autor determina que “La libertad de elección conlleva compromiso y responsabilidad (...) Los individuos son libres de escoger su propio camino, tienen que aceptar el riesgo y la responsabilidad de seguir su compromiso dondequiera que éste les lleve.”
Merece la pena hacer una parada en una de sus novelas, dicho sea de paso, la crudeza, naturalidad y realismo conforman los ingredientes del particular estilo literario de Sartre y es a través de sus letras que armoniza los conceptos fundamentales del Existencialismo. Entre sus obras que expresan este pensamiento filosófico, destacan: La náusea (1938), El ser y la nada (1943), Los caminos de la libertad, que comprenden La edad de la razón (1945), El aplazamiento (1945) y La muerte en el alma (1949).
Sobre sus obras teatrales cabe mencionar: A puerta cerrada (1944), La puta respetuosa (1946) y Los secuestradores de Altona (1959).
En la ideología de Sartre, el término náusea es utilizado como un recurso lingüístico para exponer la acción del individuo de distinguir la contingencia, concepto filosófico que en su acepción más elemental se refiere a todo aquello en lo que no hay necesidad. En ese sentido, el Existencialismo sostiene que la contingencia es un rasgo fundamental e inevitable de toda existencia humana.
Es a partir de la noción contingencia que Sartre concibe su celebre narración, La Náusea y la transforma en ocasión para emplear adaptados a la historia de Roquetin –personaje principal- los conceptos del Existencialismo.
Lo que en parte constituye la esencia del ser humano es su voluntad y sentimientos, pero también la necesidad de evitar el aislamiento, porque a pesar de que puede permanecer solo físicamente sin ningún proceso de interrelación, su vínculo con ideas y valores del mundo exterior, le permiten seguir conectado a el.
En ese enlace con el exterior, el Hombre se enfrenta a una atmósfera hostil que le impone normas y particularidades de identidad como el vestir, la vivienda y la conducta. Esto contribuye indudablemente a extender el anonimato y la falta de autonomía; el Hombre es ya simplemente un instrumento para los dueños de los medios de producción; sin rostro, sin historia, con sentimientos minimizados e incapaz de alcanzar su desarrollo como humano.
En esas circunstancias -conscientes de su realidad- existen hombres que desean liberarse del yugo de la sociedad rutinaria y a través de su capacidad transformadora buscan el cambio hacia un camino más fructífero y renovado.
Pero liberarse es difícil, implica un alto riesgo que no muchos quieren asumir. Bien podría decirse que la libertad es una carga pesada que puede aumentar por las secuelas de nuestro comportamiento. En ese sentido, tal vez la libertad no es más que una celda.
Y en medio de una celda el personaje de La náusea, Roquetin, padece una soledad que refleja la trágica angustia de un hombre consciente de ser libre. Todo indica que es un individuo que deambula anónimo, pero con un conocimiento claro de su asco de sí mismo y de su rechazo por los demás.
La vida del personaje de Sartre es la representación de una existencia libre aunque infeliz, determinada por su esencia y valores porque exhibe su miseria como desacuerdo de los actos de la gente, mismos que interpreta como opuestos a sus ideas.
Es también la personificación de una libertad que esclaviza y que no podría entenderse si no estuviera estrechamente ligada a la soledad.
Cabe decir que la soledad no es puramente negativa ni puramente positiva, pero sí indispensable a quien quiera escapar de la trivialidad cotidiana. Una de las difíciles pruebas y asignatura pendiente de la humanidad para evolucionar.
Hacer conciencia de la experiencia de la soledad y en esa línea trabajar por el equilibrio; es decir, rechazar la soledad absoluta y considerarla como una etapa que habrá de conducir al Hombre nuevamente a su integración con los otros, para restaurar la comunicación profunda y auténtica que merece.
En La nàusea, Roquetin muestra un constante nihilismo y paradójicamente un sentimiento de aventura, concebida ésta como un instante irremplazable y que inevitablemente tendrá un final.
Se entiende en medio de toda esta experiencia que vive Roquetin, un conocimiento personal e introspectivo, sin embargo su carácter inestable lo mantiene estancado.
La náusea da testimonio de la experiencia fundamental de la existencia de Roquetin, dice Sartre: “la aventura no admite añadidos; sólo cobra sentido con su muerte”. En efecto, el valor y la virtud de la aventura radica en que es irremplazable, irrepetible y única; en que no se prolonga porque tiene un principio y un fin, después de ella algo se rompe y el tiempo se vuelve de una levedad, incluso incomoda.
Para Roquetin la aventura provee de sentido a lo que vive y a su propia existencia, pero entre su principio y muerte -consciente que algún día llegará-persiste abandonado y sin norma; no obstante en la vorágine de circunstancias que vive el personaje, hay indicios de una aceptación ante la posibilidad de renovarse.
En esencia, esa pavorosa libertad que prueba Roquetin denota que el Hombre ante todo existe, se perturba en el mundo y eventualmente puede encontrarse a sí mismo. Por lo tanto, reside en cada instante de su vida la sentencia a la absoluta responsabilidad de su elección a renovarse o perpetuar sus miserias.


sábado, 24 de octubre de 2009

De camino a la nostalgia por la ruta sonora




El otoño se extinguía. Era 16 de noviembre. La exhalación centelleaba ya de invierno con prisa. Eso, había prisa e impaciencia porque el tránsito entorpecido por las obras aledañas al Aeropuerto “Benito Juárez”, fluyera y nos permitiera llegar puntuales a nuestra cita con Steve Patrick Morrissey.
¡Por fin! -pensé- el ritual de la soledad musicalizada.
Ahí estaba ya el Palacio de los Deportes rodeado por arterias saturadas de autos que avanzaban poco a poco para ingresar al estacionamiento. No faltó el ingenioso que ofrecía aparcar fuera de su casa en calles cercanas, por la módica suma de 100 pesos. Con paciencia sacada quién sabe de dónde, logramos ingresar al estacionamiento del Palacio por 50 pesos.
A penas descendimos del vehículo, emprendimos la caminata hacia el acceso. Escaleras, rampas a nuestro paso y mucha gente igual de presurosa por llegar al interior del recinto, parecían obstáculos, pero todo fue sorteable.
Me dije sorprendida para mis adentros: “Qué cambiados están los pasillos de acceso, repletos de vendedores de OCESA. Todo negocio, todo lucrar: comida rápida, souvenirs chafas y tragos a discreción”.
Ocupamos los consabidos lugares y ya estaba en escena la cantante de origen cherokee, Kristeen Young, tecladista y virtuosa soprano con destellos a Björk. Interesante propuesta, pero como suele suceder con los teloneros, casi nadie pelaba: chelas antes del concierto, aprovechar para ir al baño, comer y/o hacer cualquier otra cosa para aniquilar el tiempo de la espera.
Las nueve de la noche marcaba mi ya tan consultado reloj, Kristeen concluyó su presentación. Dejó el escenario entre rechiflas piroperas y desnutridos aplausos y cuando suponíamos que se acercaba el momento tan esperado, sobrevino una dosis de videos añejos que representan algunas de las influencias y obsesiones de Morrisey. Difícil no recordar su declarada devoción por cantantes femeninas precedentes a la década sesentera e incluso posteriores. Así, pudimos entender la presencia en video de algunas cantantes en el Festival de Eurovisión.
En otro de los videos proyectados apareció James Dean y uno de sus dobles en una escena de imitación entre ambos como extraída del absurdo. Leyenda cinematográfica, influencia definitiva del compositor de Manchester.
¿Y el doble presente en el video? Nada más y nada menos, aquel personaje que aparece en la portada de una de las antologías clásicas de los Smiths.
Las pantallas se fueron a oscuro, el domo de cobre vibró con el alarido de 12 mil personas que intuimos la presencia del quasi rey de la melancolía.
Entonces, emanó el fuego en el camino de las nostalgias y por la ruta sonora de una leyenda. Ahí estábamos... Frente al mito.
¡Socoouurrooo!, ¡Socoouurrooo!, ¡Auuuxiliooo!, ¡Auuuxilioooo! Grito imponente. Glorioso por siempre Morrissey, te adueñaste del escenario y propinaste semejante chingadazo a nuestros recuerdos, ¡Panic! Y cantamos al unísono contigo, puño en alto protestando: “¡Hang de diyéi, hang de diyéi! ¡Hang de diyéi, hang de diyéi!”



Nuestra cita pendiente por fin se hizo realidad. Es un hecho que predominantemente éramos treintañeros y cuarentones. Hay que decirlo sin pudor, el sentimentalismo nos dominó hasta las lágrimas.
Luego de Panic, contaminada por la mala acústica del lugar, la locura continuó cuando sonó –mucho mejor, gracias a los ingenieros de sonido- First of the gang to die y me percaté que la oscuridad estaba salpicada de innumerables lucecitas que provenían del público, ¡qué cambiada está la cosa!, de la estética romántica de los encendedores como señal de un público satisfecho e incluso, de cursi fraternidad; ahora transitamos a la burda plástica de los celulares con iluminación integrada, que no significa más que la intromisión de la tecnología para intentar grabar algo del concierto o capturar una imagen que definitivamente será mala, en función de las capacidades menores de ese dispositivo de comunicación, pretendidamente multifuncional.



Cada quién, pero hay archivos más efectivos para documentar la historia, excelentes cronistas que dan cuenta de los hechos, excelentes reporteros gráficos que capturan instantes memorables y por supuesto, la memoria única y personal.
¡Uy Moz!, tú tal cual, con tu criticada y controversial actitud, mal entendida e interpretada por muchos como arrogancia, no es -sabemos- más que desprecio por los engaños mediáticos.
En tanto nos deleitabas con In the future when all’s web, You have killed me, Disappointed, Ganglord, William it was really nothing, respectivamente; ni te enterabas precisamente que muchos de los dueños de los celulares son de los alienados por la tecnología. Y aunque hayas solicitado, no se vendiera en el recinto hamburguesas y perros calientes porque eres vegetariano, fuera del Palacio había tacos, hamburguesas y perros calientes, elaborados con la carne de esos animales sacrificados con los métodos más feroces y antihigiénicos que existen.
Indiscutible tu talento lírico, el humor negro de tus letras para hacer una critica inteligente del contexto político, social y religioso que vivimos. Pero de pronto resultas incauto porque tus pretendidas intenciones, -que deseas sean convicciones en los demás- terminan ignoradas por el respetable y los que lucran con tu imagen mientras transcurre tu recital. ¡Vivimos en el subdesarrollo!, ¿O a caso no te enteraste desde la primera vez que visitaste México?
Sin embargo, eres una leyenda viviente que conmueve hasta la humedad de las lágrimas y es que, cuando interpretaste Everyday is like sunday, puedo asegurar que fue el instante más orgásmico del concierto, rompiste por minutos breves con el tiempo rutinario de los ahí presentes, deseaba que no terminaran esos momentos.



Debo hablar con honestidad, conozco a más de uno que no te reconoce fuera del ser emblemático, de la leyenda, del icono que representas; ciertamente tú has alimentado al mito con aquello de jugar a las especulaciones sobre tu ser asexuado y célibe; pero eso debe ser lo menos ¿Cierto? Has nutrido al género British Pop como un líder carismático, pero más que al líder, admiramos el lirismo del artista, el mismo que sorprendió en los ochenta con su estilo de escribir poesía en tercera persona, inteligente e irónico...
Tu carisma se desbordó, expresivo y cercano a la teatralidad te adueñaste del minimalista escenario para obsequiarnos, Dear God please help me y cuando no lo intuíamos cantaste la depresiva despedida adolescente. Me hiciste volver a otras añoranzas: Girlfriend in a coma i know... I know…It’s serious... La la la la, baby Goodbay...



Los clásicos de The Smiths son himnos de introspección sin los cuales no se podría explicar la historia del Rock y particularmente lo referente a la década de los ochenta. Para beneplácito de los asistentes, disfrutamos de la otrora música de esa banda legendaria de Manchester, en voz de su propio compositor; así como las rolas de su trabajo más reciente titulado, Ringleader of the tormentors, el cual motivó esta gira que concluirá en el Reino Unido.
Impecables en la ejecución e interpretación; músicos y cantante nos transportaron a una noche de atmósfera azul, de melodías sencillamente emotivas como Let me kiss you, Change my piea to guilty, How son is now, I just want to see the boy happy, I will see you in far off places, Life is a pigsty; Please, please, please let me get what I want. Al finalizar esta rola rematada por un intenso sonido de gong, Morrissey se despidió de la capital mexicana con un “Hasta luego, vaya con Dios” y se escucharon las primeras notas de la rola The national front disco, preludio de un final que no deseábamos.
Vino el encore: silbidos y golpeteo con los pies en el piso de las gradas, aunque faltó el clásico reclamo “Culeeeroooo, culeeeroooo, culeeeroooo”.



Moz: no te hiciste del rogar –más bien parecía que tenías prisa-, regresaste a escena con otro cambio de camisa y entonaste Irish blood, english Heart. El respetable te celebró, cantó y saltó al ritmo de la música. Tú, castigaste y sedujiste muy a tu estilo con el cable del micrófono al roce de tu figura. Cautivaste y aunque confeso de repeler las poses de las Rock star, -creo que sobre valoras tu imagen-, te sabes encantador y de personalidad magnética, por eso te permites frivolidades de Rock star, arrojaste a la gente una de tus camisas empapada en sudor.
¡Nooooo!, gritamos para que no te fueras y aunque tus seguidores más leales se entregaron íntegramente durante hora y media de música, ya no volviste. Supongo que enfrentarte casi a los cincuenta, reclama que te dosifiques, porque no podemos negar que también te prodigas: inspirado, conmovido, delicado y bellamente expresivo. Afirmo que tu voz no permitió durante el concierto olvidar a los ya inmortales Smiths y al mancebo que hacía de vocalista.
Este 16 de noviembre observamos a un Morrissey evolucionado musicalmente hablando; siempre prolijo y acicalado, con un copete más menudo y canoso, pero de voz poderosa. Impecable. Entonando 19 temas, se-gui-di-tos.
Me atrevo a decir que nadie salió decepcionado, incluidos aquellos que sólo iban por escuchar Panic o nada más por “estar”. No obstante, nunca será suficiente el repertorio, me habría fascinado escuchar: There’s a light that never goes out, Suedehead, Heaven Knows I'm Miserable Now, This Charming Man; The more you ignore me, the closer I get y tantas otras que forman parte del soundtrack de nuestras vidas.











Finalmente regresó la iluminación blanca y el inmueble comenzó a vaciarse. En el austero escenario hasta el fondo, se podía apreciar mejor una fotografía monumental en blanco y negro. En primer plano, un melancólico y solitario sujeto con una hebra de su cabello arañada por el viento. En segundo plano, una montaña estéril con una cruz en la cumbre. Paisaje desolado.
Todo había concluido, la cita se cumplió. Afuera, vendedores de camisetas horrorosas y chafas, intentando sobrevivir a la crisis de trabajo a través de la piratería y del comercio subterráneo. Y los inspectores del Palacio continuamente sacando tajada; esta ocasión le tocó el turno a la imagen de Morrissey...
La ciudad a media noche fue una pintura expresionista en grises y oscuros. Hacía invierno apresurado... Miraba hacia el pasado buscando el origen de mis nostalgias y el viento arañó mi rostro y cabello.
Hizo desolación.