...Las deposité en una botella y las hice a la mar...

lunes, 16 de noviembre de 2009

La luz del amor a la verdad: La UAM


Soy de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) por elección y convicción. Respeto profundamente y aprecio con orgullo a nuestra Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) por lo que representa para el país y en general, por el lugar que ocupa en Hispanoamérica dentro del conjunto de instituciones educativas de nivel superior, lo mismo que el Instituto politécnico Nacional (IPN); aunque hoy confirmó nuevamente que cuando decidí forjar mis estudios en la UAM no me equivoqué.
La Casa Abierta al Tiempo es mi Alma mater, a ella agradezco los recursos académicos que me procuró durante años para integrarme al reducido campo laboral y apoyar desde mi trinchera al desarrollo del país, pero sobre todo, porque con su alimento intelectual aportó en mí los elementos sustantivos para formarme como humanista al servicio de la sociedad.
Tener acceso a la educación en México es un privilegio, lo cual no debería ser así, tampoco el hecho de que desde siempre los gobiernos en turno otorgan un presupuesto limitado a las universidades del país, por decir lo menos en cuanto a la tarea de planear egresos y proveer de recursos a la enseñanza pública se trata. Por ese motivo los 35 años que cumple nuestra respetada Institución significan un logro para reflexionar y actuar en consecuencia.
Que la mala administración de los que operan en ese ámbito no paralice el compromiso de los que somos favorecidos con una instrucción académica, estoy convencida que el agradecimiento no debe reservarse a una satisfacción manifiesta o a la participación de festejos efímeros. Hay que devolver a la Universidad lo que en algún tiempo nos dio, y creo que un buen principio para hacerlo, es a través del compromiso de servir éticamente a México, para que nuevas generaciones sean favorecidas con el mismo derecho a la educación, no como minorías privilegiadas, sino como parte integral de una sociedad que vive en verdadera democracia.
Festejo a la UAM con mi reconocimiento al valioso trabajo de todos aquellos que la conforman: Administrativos, catedráticos, alumnos, investigadores, autoridades, empleados operativos, egresados, etc. Desde estas líneas brindo mi respeto porque cada uno con su actividad específica le otorga solidez a la institución y por supuesto, la posibilidad de mejores expectativas de calidad de vida a la sociedad mexicana.
Quiero compartir que pocos años después de haber transitado por la UAM, continué con mi formación académica y para obtener el grado de Licenciatura en Periodismo, realicé una investigación. En sus primeras páginas escribí la indudable dedicatoria de mi trabajo a todos mis Profesores, desde aquellos de educación básica hasta los que en ese momento compartieron conmigo sus enseñanzas. Recuerdo que al pensarla, redactarla, leerla y todos estos años si la vuelvo a releer, siempre vienen a mi cabeza los Maestros que con la admirable vocación de su oficio, me marcaron para toda la vida. En particular, sin disminuir el ejercicio de los demás –que son muchos- quiero citar al Doctor Porfirio Miranda, Filósofo y catedrático en aquel entonces, de la División de Ciencias Sociales y Humanidades en la unidad Iztapalapa.
En aquel tiempo yo era alumna de la Licenciatura en Filosofía. La primera vez que forme parte de su clase, literalmente quedé impactada de su entusiasmo, sabiduría y claridad explicita.
Afortunadamente durante varios trimestres, igual que en aquella inicial ocasión, formamos parte de su cátedra un nutrido grupo de alumnos instalados necesariamente en un foro de mayor capacidad para poder atender mejor y prometo, ni el zumbido de una mosca se escuchaba. Era tal el interés de los presentes ante el fluir de ideas y la provocación a la duda, a la reflexión, a la búsqueda, que de la misma forma como sucede con los sucesos bellos o importantes que se desean compartir, me inquietaba el poder participar mi experiencia con más personas y me decía una y otra vez, no era posible que la generosidad y sabiduría de un hombre como el Maestro Porfirio no llegara a más jóvenes porque lamentablemente la voracidad de la clase política quiere reservarle a las mayorías –convenientemente- sólo un alimento: “Pan y circo”.
Porfirio Miranda acometía nuestro mutismo y asombro de neófitos con docilidad y una labor pedagógica consistente en lograr que sus alumnos extrajeramos por sí mismos nuestras ideas.
Es de agradecerle que nunca hiciera distinción entre alumnos o dirigiera la clase a unos cuantos, si bien –estoy convencida- todos le admirábamos, no se comportaba como esa especie de Profesor que asemeja un héroe grotesco que dedica su exposición al mero lucimiento y a la terca vanidad de creer poseer la verdad absoluta, estaba a años luz de una actitud parecida, era más bien un ser bondadoso de gran congruencia y en los hechos se reflejaba. No olvido que en distintos momentos nos habló de la dignidad infinita que poseemos las personas.
Transcurrió el tiempo y supongo que todos los que transitamos por su clase alguna vez, seguimos nuestro propio camino.
En lo personal debo manifestar que siempre sentiré la ausencia de un Maestro como fue Porfirio Miranda; sin embargo permanece su obra y pensamiento para continuar cultivándonos y nutrir a otras generaciones de jóvenes. Y aunque se le extraña, por toda su sabiduría y arte de instruir en las aulas, no dejo de agradecer que su semilla intelectual contribuyera enormemente para que ésta que soy, adquiriera su propia y peculiar personalidad, su propia y peculiar manera de ser, su propia y peculiar manera de hablar y platicar los problemas, de ver el mundo y de ver la vida.
Decía otro ilustre del magisterio, el Doctor Miguel Mansur Kuri, “Yo creo que un maestro que no logre traslucir en sus clases el amor a la verdad es una persona que está fallando en esa línea”. El Maestro Miranda fue en nuestra vida estudiantil un oportuno revelador del valor que es la verdad y la importancia de buscarla por encima del éxito y el lucro.
Puedo asegurar que conforme a ese valor la UAM representa un visible testimonio, no es gratuito que entre sus filas de Maestros se encontrara Porfirio Miranda quién en consecuencia a sus ideas y a la función de la Universidad, enseñó a la luz del amor a la verdad.