...Las deposité en una botella y las hice a la mar...

martes, 17 de noviembre de 2009

La sombra del caudillo. Novela de Martín Luis Guzmán




"Martín Luis Guzmán en su narración recrea una etapa de la historia política de México en los turbulentos años veinte, la sucesión presidencial y la carrera por llegar a ella de los contendientes, Hilario Jiménez e Ignacio Aguirre. La inminente sucesión al poder está casi por decidirse, pero depende más da la aprobación del Caudillo que de la decisión democrática del pueblo".

El autor estructura su relato en seis partes llamadas libros, que a su vez están divididas en capítulos, donde el lenguaje directo, sencillo y sin rebuscamientos nos lleva a las escenas de la historia sin mayores embrollos.
Martín Luis Guzmán deja observar en La sombra del caudillo, un estilo equilibrado porque no sumerge al lector en excesos lingüísticos, en cambio va al punto de los hechos que relata. De tal forma que nos encontramos frente a una novela de fácil, amena e interesante lectura.
Merece la pena destacar que el suceso que se aborda en la novela, de por sí es de trascendencia por el significado político en nuestro país, pero ese sólo hecho representa un reto cuando de contarlo se trata a través de la literatura. Estructurar, adecuar y matizar en la narrativa un acontecimiento como el que nos relata el autor, ha implicado retomar del testimonio personal y de la noticia de los diarios, el hecho por sí mismo, para narrarlo con templanza y mesura, pero sin dejar de lado el interés.
La pluma de Martín Luis Guzmán, nos ha dado un testimonial histórico, en una novela atrevida –no sólo en el momento de su publicación-, ello no supone que en la actualidad esté fuera de lugar la crítica aguda que en ella encontramos, hacía los principales actores de la política en México. Desafortunadamente en mucho no se ha cambiado.
Precisamente, en esta obra desfilan personajes inmersos en el ambiente político de la época, ellos enarbolan los principios de la Revolución y en nombre de ellos actúan, califican y descalifican a sus opositores; sin embargo vemos en ellos a personajes incongruentes con esos principios, incongruentes entre aquello que magnifican y lo que hacen.
En momentos los diálogos entre los personajes y sus respectivas reflexiones, se vuelven esa crítica al sistema político mexicano y a sus principales actores; una crítica que conlleva la realidad social de las mayorías que padecen los estragos de la pobreza, pero que continúan con la esperanza de que sus líderes políticos los lleven hacía un horizonte mejor, por eso acceden una y otra vez a sus promesas.
El pueblo, representado en la novela por esos anónimos indígenas acarreados, nos dejan observar, que aunque el país tiene depositado el poder en un caudillo, el pueblo parece sufrir una suerte de orfandad.
En este relato hay víctimas y victimarios, pero nunca héroes –aunque algunos de los personajes así se consideren-, se trata de hombres que viven el día a día guiados por un objetivo y apegados a las circunstancias que se van entretejiendo. Como se ha dicho no hay héroes, pero se percibe en personajes como el mismo caudillo, Hilario Jiménez o Ignacio Aguirre, esa convicción de ser por instantes el todopoderoso de la política.
Existen en la novela personajes analfabetas, oportunistas, arribistas y algunos letrados, pero casi todos motivados por el poder directa o indirectamente. Es una historia también de traiciones, conveniencias y corrupción llevados a sus últimas consecuencias.
De cualquier modo para los protagonistas siempre habrá justificación de sus actos, así lo hace ver Remigio Tarabana frente a Ignacio Aguirre:
“La calificación de los actos humanos no es sólo punto de moral, sino también de geografía física y de geografía política. Y siendo así, hay que considerar que México disfruta por ahora de una ética distinta de las que rigen en otras latitudes...”
Con esta ética los personajes de La sombra del caudillo existen, por eso Martín Luis Guzmán nos proporciona en su obra la visión sobre la Revolución, desde la cúpula del poder y que en actores políticos de la talla de un Catarino Ibáñez, se traduce en su convicción de ser el claro ejemplo de que la Revolución sí ha hecho justicia, por lo menos a sujetos como él que posee una riqueza ambicionada desde su juventud humilde; y ya como gobernador, puede compartir entre los menesterosos un bocado, aunque sea una dádiva.

Es así que la pluma de Martín Luis Guzmán nos relata un suceso de la historia con precisión verbal, nada sale sobrando en su narración; las escenas las va pintando con verisimilitud y a detalle, para transportarnos a la época y permitir asomarnos a ese momento de nuestra historia a través de la literatura.




lunes, 16 de noviembre de 2009

La luz del amor a la verdad: La UAM


Soy de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) por elección y convicción. Respeto profundamente y aprecio con orgullo a nuestra Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) por lo que representa para el país y en general, por el lugar que ocupa en Hispanoamérica dentro del conjunto de instituciones educativas de nivel superior, lo mismo que el Instituto politécnico Nacional (IPN); aunque hoy confirmó nuevamente que cuando decidí forjar mis estudios en la UAM no me equivoqué.
La Casa Abierta al Tiempo es mi Alma mater, a ella agradezco los recursos académicos que me procuró durante años para integrarme al reducido campo laboral y apoyar desde mi trinchera al desarrollo del país, pero sobre todo, porque con su alimento intelectual aportó en mí los elementos sustantivos para formarme como humanista al servicio de la sociedad.
Tener acceso a la educación en México es un privilegio, lo cual no debería ser así, tampoco el hecho de que desde siempre los gobiernos en turno otorgan un presupuesto limitado a las universidades del país, por decir lo menos en cuanto a la tarea de planear egresos y proveer de recursos a la enseñanza pública se trata. Por ese motivo los 35 años que cumple nuestra respetada Institución significan un logro para reflexionar y actuar en consecuencia.
Que la mala administración de los que operan en ese ámbito no paralice el compromiso de los que somos favorecidos con una instrucción académica, estoy convencida que el agradecimiento no debe reservarse a una satisfacción manifiesta o a la participación de festejos efímeros. Hay que devolver a la Universidad lo que en algún tiempo nos dio, y creo que un buen principio para hacerlo, es a través del compromiso de servir éticamente a México, para que nuevas generaciones sean favorecidas con el mismo derecho a la educación, no como minorías privilegiadas, sino como parte integral de una sociedad que vive en verdadera democracia.
Festejo a la UAM con mi reconocimiento al valioso trabajo de todos aquellos que la conforman: Administrativos, catedráticos, alumnos, investigadores, autoridades, empleados operativos, egresados, etc. Desde estas líneas brindo mi respeto porque cada uno con su actividad específica le otorga solidez a la institución y por supuesto, la posibilidad de mejores expectativas de calidad de vida a la sociedad mexicana.
Quiero compartir que pocos años después de haber transitado por la UAM, continué con mi formación académica y para obtener el grado de Licenciatura en Periodismo, realicé una investigación. En sus primeras páginas escribí la indudable dedicatoria de mi trabajo a todos mis Profesores, desde aquellos de educación básica hasta los que en ese momento compartieron conmigo sus enseñanzas. Recuerdo que al pensarla, redactarla, leerla y todos estos años si la vuelvo a releer, siempre vienen a mi cabeza los Maestros que con la admirable vocación de su oficio, me marcaron para toda la vida. En particular, sin disminuir el ejercicio de los demás –que son muchos- quiero citar al Doctor Porfirio Miranda, Filósofo y catedrático en aquel entonces, de la División de Ciencias Sociales y Humanidades en la unidad Iztapalapa.
En aquel tiempo yo era alumna de la Licenciatura en Filosofía. La primera vez que forme parte de su clase, literalmente quedé impactada de su entusiasmo, sabiduría y claridad explicita.
Afortunadamente durante varios trimestres, igual que en aquella inicial ocasión, formamos parte de su cátedra un nutrido grupo de alumnos instalados necesariamente en un foro de mayor capacidad para poder atender mejor y prometo, ni el zumbido de una mosca se escuchaba. Era tal el interés de los presentes ante el fluir de ideas y la provocación a la duda, a la reflexión, a la búsqueda, que de la misma forma como sucede con los sucesos bellos o importantes que se desean compartir, me inquietaba el poder participar mi experiencia con más personas y me decía una y otra vez, no era posible que la generosidad y sabiduría de un hombre como el Maestro Porfirio no llegara a más jóvenes porque lamentablemente la voracidad de la clase política quiere reservarle a las mayorías –convenientemente- sólo un alimento: “Pan y circo”.
Porfirio Miranda acometía nuestro mutismo y asombro de neófitos con docilidad y una labor pedagógica consistente en lograr que sus alumnos extrajeramos por sí mismos nuestras ideas.
Es de agradecerle que nunca hiciera distinción entre alumnos o dirigiera la clase a unos cuantos, si bien –estoy convencida- todos le admirábamos, no se comportaba como esa especie de Profesor que asemeja un héroe grotesco que dedica su exposición al mero lucimiento y a la terca vanidad de creer poseer la verdad absoluta, estaba a años luz de una actitud parecida, era más bien un ser bondadoso de gran congruencia y en los hechos se reflejaba. No olvido que en distintos momentos nos habló de la dignidad infinita que poseemos las personas.
Transcurrió el tiempo y supongo que todos los que transitamos por su clase alguna vez, seguimos nuestro propio camino.
En lo personal debo manifestar que siempre sentiré la ausencia de un Maestro como fue Porfirio Miranda; sin embargo permanece su obra y pensamiento para continuar cultivándonos y nutrir a otras generaciones de jóvenes. Y aunque se le extraña, por toda su sabiduría y arte de instruir en las aulas, no dejo de agradecer que su semilla intelectual contribuyera enormemente para que ésta que soy, adquiriera su propia y peculiar personalidad, su propia y peculiar manera de ser, su propia y peculiar manera de hablar y platicar los problemas, de ver el mundo y de ver la vida.
Decía otro ilustre del magisterio, el Doctor Miguel Mansur Kuri, “Yo creo que un maestro que no logre traslucir en sus clases el amor a la verdad es una persona que está fallando en esa línea”. El Maestro Miranda fue en nuestra vida estudiantil un oportuno revelador del valor que es la verdad y la importancia de buscarla por encima del éxito y el lucro.
Puedo asegurar que conforme a ese valor la UAM representa un visible testimonio, no es gratuito que entre sus filas de Maestros se encontrara Porfirio Miranda quién en consecuencia a sus ideas y a la función de la Universidad, enseñó a la luz del amor a la verdad.

sábado, 14 de noviembre de 2009

“In calli Ixcahuicopa”


La UAM, creada en 1974, nació con la intención de ofrecer una opción alternativa y de calidad en un país en el que el acceso a la educación superior era, por decir lo menos, limitado. Surgió, sin duda, como una forma de atender muchos de los conflictos que dieron origen al movimiento estudiantil del 68. Por un lado, el país requería ampliar la cobertura en educación superior, pero además resultaba imperioso formar un mayor número de profesionistas que participaran activamente en el desarrollo del México del último cuarto del siglo XX, en un clima de tensiones políticas y económicas que exigían de la educación un esfuerzo enorme.

Cuando se fundó esta casa de estudios, se pensó en una Universidad “Abierta al tiempo” al tiempo cronológico y al actual como una institución receptiva, abierta a las nuevas ideas y a los impactos que éstas deben generar; abierta a las corrientes del pensamiento, a los nuevos descubrimientos y a las diversas formas de concebir el mundo*.

Originalmente, el proyecto se ideó con la intención de satisfacer una creciente demanda de educación superior en zonas del área metropolitana, caracterizadas por una carente oferta educativa y cultural adecuada. En esos tiempos se logró crear tres unidades académicas (Azcapotzalco, Iztapalapa y Xochimilco). Hoy, contamos con una cuarta unidad académica (Cuajimalpa). A lo largo de su existencia, la UAM se ha dedicado a educar una gama muy heterogénea de jóvenes, en gran parte provenientes de hogares con escasos recursos, y, en muchos casos, los primeros de su familia en contar con la oportunidad de obtener educación superior.

Desde el inicio de las actividades, la formación de alumnos se desarrolló de manera articulada con las actividades de investigación, y preservación y difusión de la cultura, generando así las tres tareas sustantivas que han dado forma y sentido a la misión universitaria, y que nos han permitido participar en el desarrollo de la sociedad en la que nos encontramos inscritos.

Actualmente, la Casa Abierta al Tiempo, se distingue por ser una de las instituciones de educación superior con mejor nivel académico en México. Lugar que ocupa entre otras cosas, por su capacidad para generar soluciones a diversos problemas que afectan y aquejan al país, pero también, porque después de 35 años de trabajo constante han egresado de ella más de 100,000 alumnos que hoy en día participan activamente en el desarrollo económico, político y cultural de nuestra sociedad.

Es tiempo, ahora, de reconocer públicamente, con orgullo y satisfacción, las enormes contribuciones que nuestros alumnos y alumnas le han dado a México. Sin duda, su formación es y ha sido la razón de ser de la UAM; a través de ellos nuestra casa extiende sus fronteras, se hace presente en todos los rincones del país, participando en su desarrollo. A través de ellos, también, la UAM permite dar a conocer el compromiso que realiza, los intereses que la motivan, la misión que la constituye.

A treinta y cinco años de vida, sigue siendo una tarea prioritaria sostener el esfuerzo para mejorar día con día las condiciones del estudiante al interior de la comunidad, asegurar que la formación que recibe cumpla con las exigencias de calidad y de excelencia que los tiempos de hoy nos demandan, pero, sobre todo, tenemos que sostener el compromiso de garantizar una formación integral que permita a nuestros egresados desarrollarse con plenitud en sus áreas de trabajo y al mismo tiempo con la responsabilidad y compromiso que la sociedad mexicana requiere.

A este respecto y especialmente frente a los difíciles momentos por los que atraviesa el país, es necesario impulsar en todos los niveles una reflexión ética que nos permita cuestionar y reafirmar nuestro deber hacia la sociedad. La UAM como portador de sentido, posibilidad de saber y de diálogo®, contribuye con otras instituciones del país y del mundo en la educación, más allá de sus propias disciplinas, a través del intercambio académico y cultural.

La Universidad Autónoma Metropolitana, cumple fundamentalmente su encomienda y demuestra ante la sociedad la importancia de sus aportes en todos sus ámbitos de trabajo y festeja sus treinta y cinco años reconociendo el papel central de los alumnos, profesores, administrativos y egresados, en la construcción y desarrollo del país, y refrendando nuestro compromiso como institución, con la sociedad.

En homenaje a nuestra comunidad, presentamos por primera vez el “Himno a la Universidad Autónoma Metropolitana”, que celebra las acciones que día tras día llevan a cabo quienes conforman a esta institución.

La UAM, creada en 1974, nació con la intención de ofrecer una opción alternativa y de calidad en un país en el que el acceso a la educación superior era, por decir lo menos, limitado. Surgió, sin duda, como una forma de atender muchos de los conflictos que dieron origen al movimiento estudiantil del 68. Por un lado, el país requería ampliar la cobertura en educación superior, pero además resultaba imperioso formar un mayor número de profesionistas que participaran activamente en el desarrollo del México del último cuarto del siglo XX, en un clima de tensiones políticas y económicas que exigían de la educación un esfuerzo enorme.

Cuando se fundó esta casa de estudios, se pensó en una Universidad “Abierta al tiempo” al tiempo cronológico y al actual como una institución receptiva, abierta a las nuevas ideas y a los impactos que éstas deben generar; abierta a las corrientes del pensamiento, a los nuevos descubrimientos y a las diversas formas de concebir el mundo*.

Originalmente, el proyecto se ideó con la intención de satisfacer una creciente demanda de educación superior en zonas del área metropolitana, caracterizadas por una carente oferta educativa y cultural adecuada. En esos tiempos se logró crear tres unidades académicas (Azcapotzalco, Iztapalapa y Xochimilco). Hoy, contamos con una cuarta unidad académica (Cuajimalpa). A lo largo de su existencia, la UAM se ha dedicado a educar una gama muy heterogénea de jóvenes, en gran parte provenientes de hogares con escasos recursos, y, en muchos casos, los primeros de su familia en contar con la oportunidad de obtener educación superior.

Desde el inicio de las actividades, la formación de alumnos se desarrolló de manera articulada con las actividades de investigación, y preservación y difusión de la cultura, generando así las tres tareas sustantivas que han dado forma y sentido a la misión universitaria, y que nos han permitido participar en el desarrollo de la sociedad en la que nos encontramos inscritos.

Actualmente, la Casa Abierta al Tiempo, se distingue por ser una de las instituciones de educación superior con mejor nivel académico en México. Lugar que ocupa entre otras cosas, por su capacidad para generar soluciones a diversos problemas que afectan y aquejan al país, pero también, porque después de 35 años de trabajo constante han egresado de ella más de 100,000 alumnos que hoy en día participan activamente en el desarrollo económico, político y cultural de nuestra sociedad.

Es tiempo, ahora, de reconocer públicamente, con orgullo y satisfacción, las enormes contribuciones que nuestros alumnos y alumnas le han dado a México. Sin duda, su formación es y ha sido la razón de ser de la UAM; a través de ellos nuestra casa extiende sus fronteras, se hace presente en todos los rincones del país, participando en su desarrollo. A través de ellos, también, la UAM permite dar a conocer el compromiso que realiza, los intereses que la motivan, la misión que la constituye.

A treinta y cinco años de vida, sigue siendo una tarea prioritaria sostener el esfuerzo para mejorar día con día las condiciones del estudiante al interior de la comunidad, asegurar que la formación que recibe cumpla con las exigencias de calidad y de excelencia que los tiempos de hoy nos demandan, pero, sobre todo, tenemos que sostener el compromiso de garantizar una formación integral que permita a nuestros egresados desarrollarse con plenitud en sus áreas de trabajo y al mismo tiempo con la responsabilidad y compromiso que la sociedad mexicana requiere.

A este respecto y especialmente frente a los difíciles momentos por los que atraviesa el país, es necesario impulsar en todos los niveles una reflexión ética que nos permita cuestionar y reafirmar nuestro deber hacia la sociedad. La UAM como portador de sentido, posibilidad de saber y de diálogo®, contribuye con otras instituciones del país y del mundo en la educación, más allá de sus propias disciplinas, a través del intercambio académico y cultural.

La Universidad Autónoma Metropolitana, cumple fundamentalmente su encomienda y demuestra ante la sociedad la importancia de sus aportes en todos sus ámbitos de trabajo y festeja sus treinta y cinco años reconociendo el papel central de los alumnos, profesores, administrativos y egresados, en la construcción y desarrollo del país, y refrendando nuestro compromiso como institución, con la sociedad(...)

Atentamente,
“Casa abierta al tiempo”

Dr. José Lema Labadie
Rector General

*Arq. Pedro Ramírez Vázquez, Fundador, primer Rector General y Doctor Honoris Causa de la Universidad Autónoma Metropolitana.
®Dr. Miguel León Portilla, eminente nahuatlista y creador del lema: “In calli Ixcahuicopa”





martes, 10 de noviembre de 2009

DIEZ LECTURAS COMPAÑERAS DE NAUFRAGIO PARA UNA ISLA DESIERTA



Atendiendo a la idea de Umberto Eco sobre la importancia que representa el libro, comparto mi selección básica de los títulos que escogería para salvar y llevarlos a una isla desierta.
  • "Crimen y castigo" de Fiodor Dostoievski
  • "El Aleph" de Jorge Luis Borges
  • "En las montañas de la locura" de H. P. Lovecraft
  • "El rayo que no cesa" de Miguel Hernández
  • "Romancero gitano" de Federico García Lorca
  • "El ingenioso hidalgo Don Quijote de La mancha" de Miguel de Cervantes Saavedra
  • "Como si el ruido pudiera molestar" de Gustavo Roldán
  • "Pedro Páramo" de Juan Rulfo
  • "El llano en llamas" de Juan Rulfo
  • "Rayuela" de Julio Cortazar

domingo, 8 de noviembre de 2009

Umberto Eco: "Los libros son de esa clase de instrumentos que, una vez inventados, no pudieron ser mejorados, simplemente porque son buenos..."


En la edición on line del suplemento Radar del diario argentino Página/12, se reproduce la conferencia en inglés —publicada por el semanario Al-Ahram— que ofreció Umberto Eco el 1º de noviembre de 2003, con motivo de la reapertura de la milenaria Bibliotheca Alexandrina, en la ciudad egipcia de Alejandría.

En la charla, Eco "explica por qué, a pesar de Internet, las computadoras y los hipertextos, los libros fueron, son y serán imprescindibles para el ser humano".

Algunos párrafos de la conferencia del escritor y semiólogo italiano:

"Durante siglos, las bibliotecas fueron la manera más importante de guardar nuestra sabiduría colectiva. Fueron y siguen siendo una especie de cerebro universal donde podemos recuperar lo que hemos olvidado y lo que todavía no conocemos. Si me permiten la metáfora, una biblioteca es la mejor imitación posible de una mente divina, en la que todo el universo se ve y se comprende al mismo tiempo. Una persona capaz de almacenar en su mente la información proporcionada por una gran biblioteca emularía, en cierta forma, a la mente de Dios. Es decir, inventamos bibliotecas porque sabemos que carecemos de poderes divinos, pero hacemos todo lo posible por imitarlos."

"Si naufragamos en una isla desierta, donde no hay posibilidad de conectar una computadora, el libro sigue siendo un instrumento valioso. Aun si tuviéramos una computadora con batería solar, no nos sería fácil leer en la pantalla mientras descansamos en una hamaca. Los libros siguen siendo los mejores compañeros de naufragio. Los libros son de esa clase de instrumentos que, una vez inventados, no pudieron ser mejorados,simplemente porque son buenos. Como el martillo, el cuchillo, la cuchara o la tijera."

"Un libro nos ofrece un texto abierto a múltiples interpretaciones, pero nos dice algo que no puede ser modificado. Supongamos que estamos leyendo La guerra y la paz de Tolstoi. Anhelamos con desesperación que Natasha rechace el cortejo de Anatoli, ese despreciable sinvergüenza; con la misma desesperación anhelamos que el príncipe Andrei, que es una persona maravillosa, no se muera nunca, y que él y Natasha vivan juntos para siempre. Si tenemos La guerra y la paz en un CD-ROM hipertextual e interactivo, podremos reescribir nuestro propio relato; podríamos inventar innumerables La guerra y la paz, uno en el que Pierre Besujov consigue matar a Napoleón o, si preferimos, uno en el que Napoleón derrota en toda la línea al general Kutusov. ¡Qué libertad! ¡Cuánta excitación! ¡Cualquier Bouvard o Pécuchet puede llegar a ser Flaubert!

Desgraciadamente, con un libro ya escrito, y cuyo destino está determinado por la voluntad represiva del autor, no podemos hacer nada de eso. Nos vemos obligados a aceptar el destino y a admitir que somos incapaces de modificarlo. Una novela hipertextual e interactiva da rienda suelta a nuestra libertad y creatividad, y espero que esta actividad inventiva sea implementada en las escuelas del futuro. Pero con la novela La guerra y la paz, que ya está escrita en su forma definitiva, no podemos ejercer las posibilidades ilimitadas de nuestra imaginación sino que nos enfrentamos a las severas leyes que gobiernan la vida y la muerte."

(...) "Eso es lo que nos dice cada libro verdaderamente grande: que Dios pasó, y que pasó tanto para el creyente como para el escéptico. Hay libros que no podemos reescribir porque su función es enseñarnos la necesidad; sólo respetándolos tal como son pueden hacernos más sabios. Su lección represiva es indispensable si queremos alcanzar un estadio más alto de libertad intelectual y moral."

Traducción de Sergio Di Nucci.

MANIFIESTO DE LOS CREADORES


Los autores, compositores y artistas, como cualquier ciudadano, pagan impuestos, IVA, tenencias, predial e impuesto sobre la renta, por la docencia, las conferencias, las asesorías, las labores administrativas y los servicios profesionales que desempeñan a fin de poder vivir para su vocación.
Los creadores son los únicos ciudadanos del país que pierden su obra al morir, porque las creaciones pasan al dominio público, 75 años después de muertos y sus familias no heredan el derecho de explotar esas obras, con lo cual la sociedad las confisca, las convierte en patrimonio de la humanidad y cualquiera puede usarlas y explotarlas comercialmente.
Ningún contribuyente, al morir, pierde su banco, ni su empresa, ni su tienda, ni su taxi, ni su rancho, ni su casa, ni sus muebles, y sus descendientes heredan los bienes que crearon sus ancestros, mientras que el escritor pierde su obra y solo hereda el honor y la gloria, algo tan eventual que pocos alcanzan y tan efímero que pronto se olvida.
El oficio del creador no es superior al de otros trabajadores, simplemente es diferente, porque la naturaleza del trabajo creativo no se agota en un acto, sino que se genera a través del tiempo y ya plasmado en una hoja, una partitura, o en un escenario no se consume en un instante, porque las obras artísticas se venden lentamente, aunque las ideas se quedan para siempre en el que las disfruta, transformándolo.
La exención autoral no favorece a ciertas personas sino a cierta actividad, la creación intelectual, que tiene una naturaleza diferente y no es un servicio profesional que se presta y se cobra mediante un recibo de honorarios , porque las inversiones de tiempo y esfuerzo de muchos años, no son comparables ni equivalentes con las deducciones fiscales de un solo ejercicio.
¿Cuánto tiempo tarda un poeta en engendrar un poema, un dramaturgo en crear un drama, un narrador en generar una historia, un compositor en componer una canción, un coreógrafo en imaginar una coreografía, un director en concebir una película, un fotógrafo en encontrar una imagen, un caricaturista en desnudar al poder? Se invierte más en la creación que lo que se recibe de derechos de autor. Este déficit fiscal merece subsidios no gravámenes.
Las recaudaciones a través de las sociedades autorales no son cuantiosas, por lo que el fisco, si se aplica el 35% del I.S.R., recaudará no más de 70 millones de pesos, demasiado poco, si se piensa en el gran daño que representa el desaliento a la creación y el empobrecimiento cultural de la nación.
Un país, con diez millones de analfabetas por una educación deficiente, culpa del Estado; un país que no tiene acceso a los bienes culturales por una falta de política cultural; un país con una situación económica difícil (desempleo, recesión, pobreza extrema) culpa del Estado, no debe gravar el derecho de autor, base de las industrias culturales, tan endebles y raquíticas, culpa del Estado, ni desalentar la creación que alimenta el espíritu, ya que se carece del alimento del cuerpo, culpa del Estado.
Deben considerarse los aspectos fiscales de proporcionalidad y equidad a favor de los creadores, ya que su trabajo creativo reviste características muy peculiares que le distinguen de cualquier otra actividad remunerada y, en consecuencia, debe gozar de un régimen fiscal especial, ya que la explotación de sus obras genera una infinidad de actividades sobre las que el Estado incide obteniendo importantes beneficios económicos de manera directa o indirecta.
El autor enfrenta una situación económica incierta a futuro, puesto que al ser eventual su labor no tiene una adecuada o amplia protección en el campo de la seguridad social.
La creación autoral ha sido reconocida como de interés público en las Constituciones Políticas de México de 1824, 1857 y 1917; en plenas luchas insurgentes, civiles y revolucionarias, forjando una nación y jugándose la vida, los constituyentes tuvieron tiempo de pensar en proteger los derechos autorales.
Los aztecas, esos bárbaros que sacaban corazones con cuchillos de obsidiana y se comían a sus enemigos, declaraban "libres del pago de pecho y tributo" a los tlacuilos, los escritores de entonces, "porque son escribanos de todo lo que ha pasado y lo que pasa, y dan a entender todo, son estimados porque componen y cantan todo lo pasado y lo que pasa y lo que creen, y saben sus historias y todo lo de sus creencias y son sabios en esto y muy tenidos…" Los antiguos mexicanos alentaban la creación, los nuevos mexicanos atentan contra ella.


México a 23 de enero de 2002


Sociedad de Autores y Compositores de México Roberto Cantoral
Sociedad General de Escritores de México Víctor Hugo Rascón Banda
Sociedad Mexicana de Artes Plásticas Julio Carrasco Bretón
Sociedad Mexicana de Directores Gilberto Gazcón
Sociedad Mexicana de Caricaturistas José Luis Diego
Sociedad Mexicana de Coreógrafos Patricia Aulestia
Sociedad de Autores de Obras Visuales Grissel Vistrain
Sociedad Mexicana de Autores de Obras Fotográficas Enrique Gallart (Pendiente)
Sociedad Mexicana de Escenógrafos Félida Medina(Pendiente)
Portadora de la petición al Congreso de la Unión para derogar el gravamen a los creadores firmada por autores de Nuevo León y 14 estados del país Leticia Vargas