...Las deposité en una botella y las hice a la mar...

miércoles, 28 de octubre de 2009

LA LIBERTAD NAUSEABUNDA


En 1964 el filósofo, periodista, dramaturgo y novelista francés, Jean-Paul Sartre (1905-1980) rechazó el Premio Nobel de Literatura, una firme elección consecuente con su trayectoria y pensamiento, “si lo aceptaba comprometería su integridad como escritor.”
Si bien es cierto, es considerado uno de los principales representantes del Existencialismo, movimiento filosófico que distingue el acontecimiento que implica la existencia, la libertad y la elección individual; es preciso reconocer que el mundo existencialista forjado por Sartre en sus trabajos deriva de la metafísica, del movimiento filosófico llamado fenomenología y del socialismo científico; asimismo, de la influencia de pensadores como Kierkegaard, Heidegger, Marx y Nietzsche, entre otros. Diversidad de ideas que Sartre tuvo el genio de aglutinar en sus obras.
Pese a que el Existencialismo es desprovisto de rigor y la disciplina científica necesaria, se relaciona con la Literatura, la Psicología y las Ciencias políticas, materias que originaron un vasto interés hasta convertirlo en un movimiento mundial.
Es Jean-Paul Sartre el que difunde el movimiento a escala internacional. En el caso especifico de Latinoamérica el Existencialismo tuvo su impacto en la Literatura y lo encontramos presente como generador intelectual de cuestionamientos e inquietudes sociales y políticas.
Como el principal difusor de la ideología y en ciertos casos hasta activista político desde una postura marxista, no resulta fuera de contexto entender la presencia de Sartre en la Cuba posrevolucionaria. A pesar de ello, no corresponde en este espacio aventurar conjeturas sobre las simpatías o inclinaciones políticas que el ideólogo haya sostenido con el régimen instaurado por Castro, a ese respecto, las investigaciones interdisciplinarias aportaron en su oportunidad, elementos que permitieron construir una verdad histórica ya documentada. Es un hecho que sin ningún tipo de cortapisas, Sartre manifestaba sus convicciones, lo que es menester puntualizar, es no atenerse como lector, únicamente a la experiencia anecdótica.


Por ejemplificar, se cuenta que la fotografía emblemática del Che Guevara, aquella en que él está observando, pero parece mirar a ninguna parte, románticamente se ha dicho que está mirando al futuro. Hay quien rememora la anécdota y afirma que la imagen fue capturada oportunamente por el fotógrafo, mientras transcurría un discurso de Fidel Castro. El Che se encontraba de pie en medio de Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, escuchando como hipnotizado por la retórica del líder revolucionario.


Lo cierto es que Sartre en cada una de sus facetas intelectuales, expresó a través de su pluma una critica abierta a las intervenciones militares soviéticas en Hungría y Checoslovaquia y denunció la represión del Éjercito francés en Argelia.
Sus razonamientos fueron tan influyentes que durante el movimiento del Mayo francés, los estudiantes retomaron la esencia de uno de sus discursos, descrito por él como la "expansión de lo posible" e interpretado como la voluntad de cuestionar el discurso dominante sobre lo real y lo posible.
Un significativo fragmento que representa el espíritu del 68 se le debe a Sartre y a su discurso entendido, sintetizado y reproducido por los jóvenes en pancartas, grabados, líbelos, pintas y consignas que convocaban:"Seamos realistas, pidamos lo imposible" o "Queda estrictamente prohibido prohibir".
Sobre el suceso, el filosofo argumentaba:
“Sea cual sea el régimen, a los estudiantes que son jóvenes, que sienten que todavía no han entrado en el sistema que les han preparado sus padres y en el que no quieren entrar, lo único que les queda es la violencia. Dicho de otro modo, no quieren concesiones, no quieren que les arreglen las cosas, que se les satisfagan pequeñas reivindicaciones para, de hecho, acorralarles y hacerles seguir las reglas y hacerles ser, como les decía, dentro de 30 años, un viejecito utilizado como su padre".
Subrayemos que la lógica de ese razonamiento resulta también de la serie de premisas en las que el autor determina que “La libertad de elección conlleva compromiso y responsabilidad (...) Los individuos son libres de escoger su propio camino, tienen que aceptar el riesgo y la responsabilidad de seguir su compromiso dondequiera que éste les lleve.”
Merece la pena hacer una parada en una de sus novelas, dicho sea de paso, la crudeza, naturalidad y realismo conforman los ingredientes del particular estilo literario de Sartre y es a través de sus letras que armoniza los conceptos fundamentales del Existencialismo. Entre sus obras que expresan este pensamiento filosófico, destacan: La náusea (1938), El ser y la nada (1943), Los caminos de la libertad, que comprenden La edad de la razón (1945), El aplazamiento (1945) y La muerte en el alma (1949).
Sobre sus obras teatrales cabe mencionar: A puerta cerrada (1944), La puta respetuosa (1946) y Los secuestradores de Altona (1959).
En la ideología de Sartre, el término náusea es utilizado como un recurso lingüístico para exponer la acción del individuo de distinguir la contingencia, concepto filosófico que en su acepción más elemental se refiere a todo aquello en lo que no hay necesidad. En ese sentido, el Existencialismo sostiene que la contingencia es un rasgo fundamental e inevitable de toda existencia humana.
Es a partir de la noción contingencia que Sartre concibe su celebre narración, La Náusea y la transforma en ocasión para emplear adaptados a la historia de Roquetin –personaje principal- los conceptos del Existencialismo.
Lo que en parte constituye la esencia del ser humano es su voluntad y sentimientos, pero también la necesidad de evitar el aislamiento, porque a pesar de que puede permanecer solo físicamente sin ningún proceso de interrelación, su vínculo con ideas y valores del mundo exterior, le permiten seguir conectado a el.
En ese enlace con el exterior, el Hombre se enfrenta a una atmósfera hostil que le impone normas y particularidades de identidad como el vestir, la vivienda y la conducta. Esto contribuye indudablemente a extender el anonimato y la falta de autonomía; el Hombre es ya simplemente un instrumento para los dueños de los medios de producción; sin rostro, sin historia, con sentimientos minimizados e incapaz de alcanzar su desarrollo como humano.
En esas circunstancias -conscientes de su realidad- existen hombres que desean liberarse del yugo de la sociedad rutinaria y a través de su capacidad transformadora buscan el cambio hacia un camino más fructífero y renovado.
Pero liberarse es difícil, implica un alto riesgo que no muchos quieren asumir. Bien podría decirse que la libertad es una carga pesada que puede aumentar por las secuelas de nuestro comportamiento. En ese sentido, tal vez la libertad no es más que una celda.
Y en medio de una celda el personaje de La náusea, Roquetin, padece una soledad que refleja la trágica angustia de un hombre consciente de ser libre. Todo indica que es un individuo que deambula anónimo, pero con un conocimiento claro de su asco de sí mismo y de su rechazo por los demás.
La vida del personaje de Sartre es la representación de una existencia libre aunque infeliz, determinada por su esencia y valores porque exhibe su miseria como desacuerdo de los actos de la gente, mismos que interpreta como opuestos a sus ideas.
Es también la personificación de una libertad que esclaviza y que no podría entenderse si no estuviera estrechamente ligada a la soledad.
Cabe decir que la soledad no es puramente negativa ni puramente positiva, pero sí indispensable a quien quiera escapar de la trivialidad cotidiana. Una de las difíciles pruebas y asignatura pendiente de la humanidad para evolucionar.
Hacer conciencia de la experiencia de la soledad y en esa línea trabajar por el equilibrio; es decir, rechazar la soledad absoluta y considerarla como una etapa que habrá de conducir al Hombre nuevamente a su integración con los otros, para restaurar la comunicación profunda y auténtica que merece.
En La nàusea, Roquetin muestra un constante nihilismo y paradójicamente un sentimiento de aventura, concebida ésta como un instante irremplazable y que inevitablemente tendrá un final.
Se entiende en medio de toda esta experiencia que vive Roquetin, un conocimiento personal e introspectivo, sin embargo su carácter inestable lo mantiene estancado.
La náusea da testimonio de la experiencia fundamental de la existencia de Roquetin, dice Sartre: “la aventura no admite añadidos; sólo cobra sentido con su muerte”. En efecto, el valor y la virtud de la aventura radica en que es irremplazable, irrepetible y única; en que no se prolonga porque tiene un principio y un fin, después de ella algo se rompe y el tiempo se vuelve de una levedad, incluso incomoda.
Para Roquetin la aventura provee de sentido a lo que vive y a su propia existencia, pero entre su principio y muerte -consciente que algún día llegará-persiste abandonado y sin norma; no obstante en la vorágine de circunstancias que vive el personaje, hay indicios de una aceptación ante la posibilidad de renovarse.
En esencia, esa pavorosa libertad que prueba Roquetin denota que el Hombre ante todo existe, se perturba en el mundo y eventualmente puede encontrarse a sí mismo. Por lo tanto, reside en cada instante de su vida la sentencia a la absoluta responsabilidad de su elección a renovarse o perpetuar sus miserias.